Por Juan
Freddy Armando
Freddy Armando
Esta
tarde he pensado
tarde he pensado
escribirle
un poema a mi madre.
un poema a mi madre.
No sé por
dónde empezar.
dónde empezar.
Ignoro si
sus manos
sus manos
callosas
de cortar telas
de cortar telas
en frías
madrugadas
madrugadas
merecen
más que sus pies,
más que sus pies,
que
subieron montañas
subieron montañas
conmigo en
su vientre,
su vientre,
mis dos
hermanos en brazos
hermanos en brazos
y los
otros en el pensamiento.
otros en el pensamiento.
No sé si
decidirme por sus ojos,
decidirme por sus ojos,
gastados
por la aguja
por la aguja
que
ensartar ya no puede,
ensartar ya no puede,
o por sus
brazos
brazos
que han
luchado tanto
luchado tanto
con el
jabón y la ropa y el agua y la batea
jabón y la ropa y el agua y la batea
y el Ace
y Cloro Ajax.
y Cloro Ajax.
Tal vez
deba dar preferencia
deba dar preferencia
a sus
arrugas que yo no quería ver nunca,
arrugas que yo no quería ver nunca,
porque
era partidario del deseo de eternidad
era partidario del deseo de eternidad
para la
tersura de su piel,
tersura de su piel,
y creía
firmemente
firmemente
en la
juventud perenne de mi madre.
juventud perenne de mi madre.
Pero
dolorosamente era falsa esa filosofía,
dolorosamente era falsa esa filosofía,
pues las
madres se acaban,
madres se acaban,
son de
materia orgánica
materia orgánica
y tienen
una deuda a plazo fijo
una deuda a plazo fijo
con las
agujas del reloj.
agujas del reloj.
Se
resquebraja en ellas
resquebraja en ellas
el
principio de conservación de la materia,
principio de conservación de la materia,
y de
repente nada se crea,
repente nada se crea,
todo se
pierde,
pierde,
todo se
transforma en su cara.
transforma en su cara.
Empieza
la piel a sobrar en los párpados,
la piel a sobrar en los párpados,
se
acurruca la frente
acurruca la frente
y se
recuestan las arrugas en sus uñas,
recuestan las arrugas en sus uñas,
se cansa
el pómulo,
el pómulo,
y huyendo
a la juventud,
a la juventud,
unas
patas de gallo empiezan a arañar
patas de gallo empiezan a arañar
la sien
que amo en mi madre.
que amo en mi madre.
En su
rostro inicia una olimpíada
rostro inicia una olimpíada
de pestañas
tras los párpados,
tras los párpados,
de cejas
tras la frente,
tras la frente,
de frente
tras cabellos
tras cabellos
que se
rinden y pierden su color.
rinden y pierden su color.
Mi madre
ha peleado fieramente
ha peleado fieramente
para no
dejar ir su juventud,
dejar ir su juventud,
y sus
hijos queremos retenerla,
hijos queremos retenerla,
la
materia se va, pero no el alma,
materia se va, pero no el alma,
aunque en
la batalla este o aquel diente
la batalla este o aquel diente
haya
perdido
perdido
y fuerza
en el esfuerzo de su abrazo.
en el esfuerzo de su abrazo.
Y esta
tarde en que no llueve
tarde en que no llueve
ni hace
frío
frío
ni es su
cumpleaños
cumpleaños
ni ha
ocurrido nada que no sean estos versos,
ocurrido nada que no sean estos versos,
he
pensado en la mujer
pensado en la mujer
que lloró
para que yo viviera.
para que yo viviera.
Esta
tarde neutra, sin sol radiante,
tarde neutra, sin sol radiante,
ni un 24
de octubre
de octubre
que
comprometa el verbo,
comprometa el verbo,
no sé a
qué parte de mi madre
qué parte de mi madre
debo
ahora cantarle,
ahora cantarle,
si
olvidarme de su cuerpo
olvidarme de su cuerpo
y por su
nombre llegar hasta su alma
nombre llegar hasta su alma
y decirle
mamá, mamá, mamá,
mamá, mamá, mamá,
como si
hubiese olvidado todo lo que sé,
hubiese olvidado todo lo que sé,
para que
ella volviera
ella volviera
a
enseñarme el castellano,
enseñarme el castellano,
y la
mirara joven y eterna
mirara joven y eterna
y oírla
pidiéndome que no escriba a la zurda,
pidiéndome que no escriba a la zurda,
que eso
está prohibido.
está prohibido.
La verdad
que no sé,
que no sé,
no sé qué
hacer para lograr este poema,
hacer para lograr este poema,
y
quisiera, Rafaela Amparo,
quisiera, Rafaela Amparo,
decirte
que te quiero tanto como a mi madre,
que te quiero tanto como a mi madre,
y te lo
dijera,
dijera,
si no
fueras tú mi madre misma.
fueras tú mi madre misma.
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