PRM en la misma ruta de riesgo que atrofió a
los grandes partidos

Manuel Figueroa

Santo Domingo, LD.- A medida que el presidente
Luis Abinader avanza en el gobierno del cambio que prometió al país, el partido
que lo llevó al poder envía notaciones de que repetirá los mismos errores
cometidos por sus antecesores políticos desde el manejo del Estado.

La primera falencia que se advierte en el
aventaja­do benjamín de los partidos dominicanos, el Revolucionario Moderno
(PRM), se engendra en su estructura política, o sea, dirección ejecutiva,
comisión política, comité nacional y presidentes provinciales y municipales.

Todos los miembros de ese alto mando están
siendo absorbidos por la burocracia estatal, dejándoles esca­sos espacios para
los trabajos partidarios, una práctica que al final forma un abis­mo de
desconexión con la base política y las “masas silentes”.

“Polilla palaciega”

En la máxima dirección del PRM se incluyen,
inclusive, al jovial exsenador José Ignacio Paliza, de 39 años, que como
presidente del partido ostenta la más alta posición jerárquica. Ahora es
mi­nistro administrativo de la Presidencia. También la apacible Carolina Mejía,
vocera y coordinadora de las funciones ejecutivas del partido, pa­só a ser la
alcaldesa del Distrito Nacional.

Esta experiencia no es nueva. Así ocurrió con
los partidos Reformista Social Cristiano (PRSC), Revolucionario Dominicano
(PRD) y de la Liberación Dominicana (PLD). Sus caudillos Joaquín Balaguer, José
Francisco Peña Gómez y Juan Bosch advirtieron sin remedio el drenaje que la
burocratización provocaba en miembros y simpatizantes.

Los bálsamos aplicados por los tres partidos
que gobernaron el país en las últimas seis décadas, fueron siempre vulnerados
por la denominada “polilla palaciega”, que acoraza al presidente y sus
funcionarios a todos los niveles, imponiendo una máxima en el sistema político:
“las masas votan, las élites deciden”.

Abinader y el cambio

El PRM y el presidente Abinader derrotaron
los veinte años del PLD en el poder en las elecciones presidenciales,
legislativas y municipales del año pasado. Levantaron la consigna: “El cambio
va”, que recuerda al “Cambio sin violencia” enarbolado en 1978 por el PRD, Peña
Gómez y Antonio Guzmán para derrotar los 12 años de Balaguer.

Abinader y el PRM catalizaron el rechazo de
sectores juveniles y de la clase media alta que encabezaron movilizaciones y
cacerolazos reclamando el fin de la impunidad en sonoros casos de corrupción en
los gobiernos Peledeista. Además pulcritud tras las fallidas elecciones
municipales de febrero y respeto a la Constitución.

A estos fenómenos se unie­ron para fortalecer
la idea de cambio, el desgaste y la división del PLD, así como el criticado
manejo de la gestión de Danilo Medina a la pande­mia del Covid-19, en medio de
la presión que imponía un proceso electoral atado a los plazos que impone la
Consti­tución.

El PRM se fundó el 9 de septiembre de 2014,
con un liderazgo compartido entre el expresidente Hipólito Mejía y Luis
Abinader, tras la última gran división del PRD en 2013. Ninguno de los dos líderes
tiene cargo dentro del partido. Cuando Mejía fue por última vez candidato
presidencial del PRD en las elecciones de 2012, llevó a Abinader como su
compañero de boleta. Luego, ya en el PRM, Abinader ha derrotado a Mejía con una
amplia ventaja en las convenciones para elegir el candidato presidencial en
2015 y 2019.

En las primeras elecciones que participó el
PRM en 2016, Abinader llevó como compañera de boleta a Carolina Mejía, hija del
exmandatario (2000-2004).

La fórmula fue derrotada por la cuestionada
reelección del presidente Medina, pero sorprendió al país que con tan solo dos
años de fundación, el PRM obtuviera en esas elecciones generales 1,613,222
votos (34.98%).

En las elecciones del año pasado la
organización política, con Abinader otra vez como candidato, estableció otro
precedente en el país, al ganar la presidencia de la República en primera vuelta,
con apenas seis años de su fundación.

El PRM obtuvo 2,154 ,876 votos (52.52%), para
colocarse número uno en la boleta electoral, y de paso tomar control de los
poderes Legislativo y Municipal.

Escenario complejo

La principal debilidad que se atribuye al PRM
y su nuevo liderazgo político se refleja precisamente en la estructura
partidaria.

La organización depositó en la Junta Central
Electoral (JCE) en septiembre de 2019 un padrón interno con 1,303,779 personas
inscri­tas, como resultado de los intensos programas de reclutamiento Premil I
y II.

No obstante, en las fervorosas primarias
internas con padrón cerrado del 6 de oc­tubre de ese año, donde se volvieron a
enfrentar las precandidaturas presidenciales de Abinader y Mejía, junto a los
demás aspirantes Wellington Arnaud, Ramón Burgos, José Rafael Bueno y Ramón
Emilio Concepción, la totalidad de electores fue 382,377 votos.

Abinader registró 283,393, y Mejía, quien
esbozó débiles irregulares en el proceso, obtuvo 80,951 votos. Tras es­ta
derrota el exmandatario ha quedado con una discreta participación en el
escena­rio electoral a sus 79 años de edad. Ayer, precisamente, el exgobernante
expresó que no había autorizado a nin­gún dirigente para promover su
candidatura hacia 2024. “Ahora es el momento de aunar fuerzas con el presidente
Luis Abinader y con nuestro gobierno, para hacer cumplir las promesas que
hicimos al pueblo dominicano. Ahora es el tiempo para que demos lo mejor de
nosotros, con el mejor ejemplo”, aseguró en un comunicado.

El futuro de Hipólito

Se visualiza que Mejía, quien para las
elecciones de 2024 tendría 82 años, podría estar preparando en su litoral la
carrera presidencial de su hija Corolina, 51 años. También entraría en las
expectativas su fiel discípulo e influyente ministro de Turismo, David Collado,
49 años.

En el país no hay antece­dentes recientes de
que un líder político en plenas facultades haya tocado el tambor de retirada.
Si lo hace, Mejía sería el primero. Bosch se retiró después de las elecciones
de 1994, tras cinco intentos fallidos con el PLD y conocidas limitaciones de
salud.

De momento, en el PRM solo resalta la figura
del pre­sidente Abinader en cada acto oficial, en cada ceremo­nia, en cada
inauguración, en cada encuentro político. Su saturada presencia en la opinión
pública durante los primeros cinco meses de ges­tión, parece una estrategia de
cambio de estilo en el Palacio Nacional.

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