Poner trabas legales y administrativas para
cerrar los cauces de evasión fiscal. Lo que incluye que evadir sea un delito
que implique prisión y confiscación, de manera que se disuada de hacerlo.

Por CARLOS JULIO BÁEZ EVERTSZ – Acento

No soy economista, ni mucho menos experto en
finanzas públicas. Eso, de entrada. Ahora bien, desde una óptica política y
sociológica, tengo algunas ideas sobre cuestiones generales de fiscalidad.
Desde que tomó posesión este Gobierno se habló de la subida de impuestos y
cuando se recordó que eso debía hacerse, en plena pandemia, creo que en
Acento.com.do, Facebook o Twitter expresé mi punto de vista sobre el tema.

En resumen, decía que en plena pandemia, en
una época de recesión, dónde se preveía que hasta 2022  o 2023 las economías más desarrolladas no
recuperarían los niveles de antes de la pandemia, un país que tenía muchos años
de crecimiento económico continúo, como la RD, no debía, en dicha coyuntura,
subir los impuestos.

Esa posición, expuesta por un economista
partidario de los dogmas de la economía neoclásica, no tiene ninguna novedad.
Los neoclásicos en todos los ciclos de la economía dicen siempre lo mismo, su
mantra es: si la economía crece que no suban ni salarios ni impuestos porque
eso retrae la inversión. Si la economía está deprimida tampoco deben subir ni
salarios ni impuestos, porque caería aún más la inversión. Además de que la
subida de salarios es, para ellos, inflacionaria. Su objetivo sería salarios
bajos, impuestos bajos e inflación mínima y un Estado reducido a la
insignificancia y que no regule nada en la economía.

Para una persona como el que esto escribe,
que considera y expresa ideas de una corriente política de Izquierda
Democrática,  Revolucionaria, según se
ponga el acento, en la meta o programa máximo. Reformista, si nos centramos, en
los medios o el programa mínimo. Aunque ambas se pueden fundir en una concepción
dinámica, realista y pragmática, de reformismo revolucionario. Para quien así
piensa, fundado en teorías marxistas e ideas keynesianas, señalar lo que dije
meses atrás era ciertamente novedoso y sostenerlo hoy es o puede ser
incomprensible para algunos.

La explicación es clara, no diré sencilla.
Así como los economistas neoclásicos son previsibles, pese a su dominio de las
matemáticas aplicadas a la economía y su aparato conceptual monetarista, que es
un arcano para muchos, incluso economistas profesionales  (no digamos entre los profesionales de las
ciencias sociales, entre los que me encuentro). Los de izquierdas, en general,
suelen tener también su recetario, mientras más radicales más maximalistas y
que se sintetiza en: Subir siempre los salarios, subir siempre los impuestos,
estatizar lo más posible hasta llegar a la estatalización absoluta.
Redistribución sin tener en consideración la producción y la productividad.
Respecto a eso, soy un verso suelto.

Mi posición en el caso de la RD es que lo más
importante aquí y ahora no es tanto subir impuestos sino centrarse en COBRAR la
totalidad de lo estipulado en las leyes fiscales. Subir los tipos impositivos a
las empresas y a las personas físicas puede subir la masa recaudada, pero puede
ahuyentar a posibles inversores y disuadir a otros de hacer más inversiones, en
un momento dónde se requiere atraerlos. Por tanto, si se estudia en dónde se
encuentran los “escapes” y se arreglan las tuberías por dónde se pierde el
fluido fiscal, se puede aumentar la masa total recaudada.

No tengo elementos para poner en cuestión la
eficacia de la DGII, más bien confío en la idoneidad de sus profesionales, pero
quizás haya expertos fiscales y abogados, que tengan mucho en qué asesorar al
Gobierno dominicano, en el aprovechamiento que hacen  algunos de sus colegas de los vacíos legales
y de la falta de claridad en las leyes y reglamentos fiscales, que permiten la
elusión fiscal, y así poner trabas legales y administrativas para cerrar los
cauces de evasión fiscal. Lo que incluye que evadir sea un delito que implique
prisión y confiscación, de manera que se disuada de hacerlo.

Es sabido por quienes viven en RD y conocen
los tejemanejes del funcionamiento fáctico del Gobierno, que los grupos
empresariales que invierten en las campañas de los que luego son presidentes y
diputados, hacen eso, una inversión en ellos, que luego debe ser recuperada,
como toda inversión, con beneficios.

Puede darse el caso que desde el Estado se
den privilegios fiscales para inversores nacionales y extranjeros, que se les
exima del pago de impuestos que deberían pagar si se aplicara la Ley. Así pues,
si se cobran impuestos a todos esos “galopines, truchimanes y trapisondistas”
de grupos empresariales y  de
inversionistas foráneos que vienen a dar los llamados “pelotazos financieros”,
aventureros financieros más que reales empresarios o emprendedores, quizás nos
encontremos con la “sorpresa” que las arcas del Estado” vean aumentadas los
ingresos fiscales sin necesidad de subir los tipos impositivos.

Otro motivo para  comenzar la modernización financiera cobrando
con eficacia, neutralidad y rigor con los tipos actuales, es por la  sospecha justificadísima, de que quienes
pueden ser en última instancia los que carguen sobre sus espaldas con la subida
real sean los trabajadores de ingresos altos, medios y bajos. Es decir, los
asalariados. Los autónomos, los profesionales liberales y los altos empresarios
se buscarán la manera, a través de asesores fiscales, abogados especialistas en
empresas y fiscalidad, de hacer elusión e incluso algunos hasta evasión fiscal
“legal”. O lograda por presión o privilegio político. Mientras que los
asalariados no tendrán otro remedio que pagar y 
reducir su consumo, unos, y empobrecerse más y más, otros, la inmensa
mayoría.

Desde mi óptica de Izquierda Democrática,
nuestra meta no es perjudicar a los que viven bien, ni hundir a los de ingresos
medios, sino ayudar a los asalariados más pobres. Favorecer que se creen más
puestos de trabajos, que se invierta productivamente, estimular que los
capitalistas tomen conciencia de que es beneficioso para ellos, a mediano y
largo plazo, invertir en un país más igualitario, más educado, con una
productividad más alta y con más valor añadido en la producción. Y que el
Estado actúe para lograrlo.

Nada de eso se puede conseguir hundiendo a
los trabajadores de ingresos medios y bajos, sino aumentando los empleos cada
vez mejor pagados. Y sobre todo creando una red de servicios sociales que hagan
la vida de todos mejor: Educación de calidad, pública y gratuita, sistema de
formación profesional flexible muy ligado a responder, en el más breve plazo, a
las demandas del mercado de trabajo, una seguridad social para los nacionales
dominicanos y residentes legales (eliminando el sistema de lucro privado
actual). Para eso pienso que no hay, en este momento, que subir los impuestos
sino cobrarlos con rigor a todos, especialmente, a los muy ricos y a los grupos
empresariales e inversionistas extranjeros, que se no se les cobran o no pagan
los impuestos  de acuerdo con los tipos
actuales.

Una vez que se ha logrado esto, y se tienen
engrasados los mecanismos recolectores y anti evasión y elusión fiscal, puede
ser el momento apropiado para subir los impuestos en función  de tipos muy progresivos a partir de un
montante de ingresos o de rentas, así como del patrimonio y de elevar el
impuesto a las ganancias de las 
sociedades. Impuestos altos pero no necesariamente confiscatorios. Con
una clara disposición normativa de que el Presidente no tiene potestad
discrecional para eximir del pago de impuestos, ni a personas físicas ni a
sociedades, sean nacionales o extranjeras.

Porque, insistimos, podemos temer que, al final
de cuentas, los que van a sufrir la real subida impositiva sean los
trabajadores (todos los asalariados). Al subir los impuestos por la propiedad
de sus viviendas, por sus ingresos (salarios) y por la elevación general de
precios

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