Por Nic Robertson
Yevegeny Prigozhin, se extralimitó y perdió.
Su insurrección, impulsada por la arrogancia,
fracasó por una combinación de ambición desmedida y su incapacidad para
interpretar correctamente lo que ocurre en el círculo íntimo de Putin, del que
formaba parte.
Como me dijo un residente informado de Moscú,
“el sistema no estaba preparado para el cambio radical” que él
quería.
Cuando recogió sus tanques el sábado y
abandonó el cuartel general del ejército ruso en Rostov del Don, sus
simpatizantes se apresuraron a darle las gracias.
Sus tropas, curtidas en mil batallas, como
actores veteranos tras una larga y tensa representación de 24 horas, se
despidieron de un público que parecía adorarlas.
¿Cómo puede afectar la insurrección de Wagner
la contraofensiva ucraniana en marcha?
Nunca sabremos si todo fue teatro, pero en la
mente de Prigozhin el viernes por la noche, cuando llamó a sus fuerzas armadas
a la acción en las calles de Rusia y no de Ucrania, había llegado el momento de
que él ocupara el escenario principal.
Durante semanas, incluso meses, había estado
señalando que la guerra de Rusia en Ucrania la ordenaba mal e innecesariamente
una élite a la que no podía importarle menos cuántas vidas rusas se perdían.
Su mensaje impactó con facilidad entre los
rusos que entienden que Putin y su camarilla mienten habitualmente y lo toleran
solo mientras su líder sea fuerte y ellos disfruten de estabilidad.
Es un pacto forjado a lo largo de
generaciones: la resistencia a la dictadura es fútil, solo hay que agachar la
cabeza y sobrevivir.
La enemistad sale a la luz
Durante meses, Prigozhin ha llamado la
atención con sus desplantes carismáticos y cuidadosamente coreografiados desde
la primera línea de Bakhmut, donde sus combatientes morían por centenares para
que Putin pudiera reclamar una pequeña ventaja en su lenta guerra en Ucrania.
Para muchos, Prigozhin parecía valiente. No se
había visto a ningún general ruso acercarse tanto al peligro.
Prigozhin afirmó que otro miembro del círculo
de confianza de Putin, el ministro de Defensa de Rusia, Sergey Shoigu, estaba
privando de munición a sus tropas.
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