Rafael Peralta Romero
Un tecnócrata que quiso hacerse el
gracioso  habría  sugerido  
una  forma de obtener más de cien
millones de pesos  en unos días. Le
pareció al Presidente que esto era bueno y de ahí surgió que el gobierno les
amargara a los ciudadanos el último fin de semana de 2013, con la irritante exigencia de someterse a esa burla llamada
“revista vehicular”. 
Cuando todavía gran número de
propietarios de  vehículos formaban filas para pagar el impuesto  por el derecho de circulación, es decir el
marbete equivalente a la placa,  unos
voceritos gubernamentales  lanzaban la
advertencia de que  a partir del martes
31  ningún automóvil podría
transitar  sin la llamada revista.
Entonces vino el caos y el
estrés. Miles de propietarios se
aglomeraron gregariamente  en la periferia del Ministerio de Obras
Públicas para  acogerse  al escarnio de un chequeo a su auto. En  las filas  
estaban  vehículos nuevos, otros ostensiblemente
en magnífico estado, y sus  conductores
expuestos a las garras  de empleados
deseosos de ser sobornados.
Sin embargo, están libres de este
chequeo las cientos de chatarras  del servicio
público que van dejando  en sus rutas
sendos  rastros de humo  y de ruido. Es así que los abnegados obreros
del volante se ganan el sustento familiar, aunque no piensen que la población
que monta esos “carros”   merezca un servicio más digno.
 La revista es presuntamente una inspección
para certificar que  el vehículo reúne
las condiciones necesarias para transitar. 
El propietario debe pagar 
cuarenta y cinco pesos por ese “favor”. 
Pienso que el único privilegio que se justifica para la clase alta es
librar sus autos de este burdo simulacro de inspección, pues   éstos  suelen estar bien.
Ante la tirante   situación 
creada por la susodicha fiscalización, el  ministro de Obras Públicas dispuso extender el
plazo de expedición.  Ahí  es cuando retoma la palabra otro  minúsculo funcionario para advertir  que: “Quien no haya renovado la revista el 7
de enero, no podrá transitar en su vehículo por nuestras calles”. Pero ¿usted
ha visto?
Cada unidad automotriz que entra a
República Dominicana ha de pagar 
impuestos aduanales 
equivalentes  casi al total de su
precio en el exterior,  deberá pagar una
suma considerable por  el truco llamado
“primera placa”,  debe pagar cada año el
derecho a circulación, en proporción al costo y tiempo de uso del vehículo.

Entonces, ¿quién autoriza a ese
pequeño funcionario a lanzar semejante amenaza, azuzando a los agentes  de la Amet (Autoridad Metropolitana del
Transporte)  para que embistan a la
ciudadanía  con instrucciones de retener
el vehículo? La llamada revista es una burla. Creo que al  pueblo dominicano  no le caben más escarnio ni atropellos. 

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