RAFAEL PERALTA ROMERO
Si  alguna  ventura 
ha tenido la República Dominicana en su azarosa  historia política es haber escapado de esa
plaga que llaman nobleza. Excepción hecha del 
presidente Pedro Santana, quien 17 años después de proclamada la
independencia  entregó a España el suelo
patrio  en condición de colonia, mientras
él era designado “Marqués de las Carreras”.
Un vestigio 
notable del asomo nobiliario se encuentra en el nombre de la ciudad
Santiago de los Caballeros, segunda en importancia, fundada en los tiempos de
la colonización (1495)  presuntamente por
treinta caballeros de la Orden de Santiago.  Este dato –casi leyenda- no cuenta con la
aprobación de los historiadores.      
A Santiago de los Caballeros se le menciona
con el sobrenombre  afectivo de Ciudad  Hidalga. Hidalgo fue o es un título de nobleza
de menor grado que caballero, pero también a éste se le exigía la posesión de
hacienda.   Sólo don Quijote, un hidalgo
rural con escasos bienes,  alucinado por
sus sueños, podía pretender erigirse en caballero.
La cultura española  ha   definido 
bien  las características de un
caballero, para lo cual era indispensable la posesión de  hacienda  y otros bienes. Los caballeros disfrutaban de
algunos privilegios, entre ellos usar el título de don delante de su nombre.
Juntar treinta caballeros para fundar una ciudad a orillas del río Jacagua no
parece que fuera viable.
Para ser caballero: “Las ceremonias para ser
armado caballero eran objeto  de especial
atención en los libros y revestían gran solemnidad en la vida real, pero el
objetivo podía conseguirse también merced a un ‘procedimiento de urgencia’, minuciosamente regulado” (Nota 9 a cap.
II, Don Quijote, edición V Centenario, pág. 34).
Los 
escritores José Ulises Rutinel y Darío de León definen el término
hidalgo así: “Originalmente, una clase de la nobleza de Castilla. Desde el
siglo XIII, nombre que se daba a todos los nobles. Desde  el siglo XV hasta el XIX, el grado inferior
de la nobleza española”. (Diccionario
Histórico Dominicano
, 2ª edición, Naha, 1995, pág. 144).
Hidalgo  procede 
del latín  “fidalgo”, y este del
antiguo   “fijo dalgo” que  literalmente significa  “hijo de algo”. El Diccionario de la lengua española la define: “Persona que por linaje pertenecía al
estamento inferior de la nobleza”.  Como  adjetivo, hidalgo  significa  “De ánimo generoso y noble”. Esta será la
acepción  que le cuadre a la Ciudad Hidalga.

Al “hijo de algo” se  ha 
llamado “hijodalgo” cuyo  femenino
es “hijadalgo”. No hace mucho los diccionarios  incorporaron  a “hidalga” como equivalente a “hijadalgo”. No
son válidos “hijadalga” ni “hijodalga”. 
Si la fundaron los legendarios caballeros, Santiago es “hija de algo”,  o una “hijadalgo”, aunque –por suerte- no
padecemos eso que llaman nobleza. 

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