Modelo,
editora de moda y empresaria de éxito, podría dedicarse de lleno a su negocio,
su agenda social y su familia. Por el contrario, su feud con Ivanka Trump es
tan legendario como su apellido. Entre vestidos de alta costura y piezas de
alta joyería de Cartier nos cuenta en exclusiva por qué ha elegido destacar por
feminista, no solo por fashionista.

POR
PALOMA SIMÓN    –    VANITY FAIR

La
condesa de la tercera planta, una anciana de mirada vivaz que lleva el pelo
blanco cuidadosamente recogido en un moño bajo y viste chaqueta de tweed y
blusa de seda con lazada, escoge el peor momento posible para cruzar con
andares resueltos el patio del hôtel particulier en el VII arrondissement que
nos encontramos, justo cuando Lauren Santo Domingo (Greenwich, Connecticut,
1976) se queda en tanga para una de las fotos. “Solo falta que se asome mi
suegra por la ventana”, bromea la modelo, empresaria y socialite mientras
improvisa un “Buenos días” a su vecina.

 Afortunadamente la filántropa Beatrice
Dávila de Santo Domingo no parece demasiado interesada en salir de casa esta
mañana, y tampoco observamos movimientos en los ventanales del primer piso del
pied-à-terre de la familia en París. Un palacete en la orilla izquierda del
Sena en el que Lauren, que se esfuerza en dirigirse a nosotros en español, nos
ha recibido descalza y en albornoz. De la cocina nos llega un apetecible olor a
beicon y tostadas. 

Es el desayuno de sus hijos, Nicolás, de 11 años, que juega
al fútbol en el jardín, y Beatriz, de nueve, que cuando llegamos se dispone a
salir con su institutriz y una amiga para pasar la mañana en un museo. Lauren y
su familia llevan cuatro semanas en la ciudad, donde ella acaba de ver los
desfiles de alta costura. Algo que le hace especial ilusión después de dos años
sin poder asistir. 

“El calendario es más relajado que el del prêt-à-porter,
tienes tiempo para respirar, para ver las colecciones con calma y las prendas,
al detalle”, asegura la fundadora de Moda Operandi. Un site especializado en
marcas de lujo y diseñadores emergentes que ella misma se encarga de
seleccionar y que, además de desarrollar su buen ojo para los negocios, le
permite continuar ejerciendo su vocación original, la de editora de moda. “Eso
es lo que nos hace especiales y diferentes”, explica Lauren, que puede presumir
de haber lanzado la carrera de firmas como Proenza Schouler o Joseph Altuzarra.

 Editora de moda. Es lo que era Lauren Davis cuando conoció a Andrés Santo
Domingo, el menor de los tres hijos del magnate Julio Mario Santo Domingo. En
vida, el hombre más rico de su país —controlaba la industria cervecera de
Colombia a través de su compañía, Bavaria, y llegó a hacerse con un porcentaje
del diario El Espectador y con la aerolínea Avianca—; también un poeta
ocasional con fama de playboy cuyas inquietudes artísticas —formó parte de La
Cueva, el grupo de intelectuales de Barranquilla al que también perteneció el
escritor Gabriel García Márquez — y, claro está, su fortuna, ha heredado
Andrés, que dirige su propia compañía discográfica, Kemado Records.

La pareja
contrajo matrimonio en 2008 en una ceremonia que ocupó decenas de páginas en la
revista en la que trabajaba la novia, la edición estadounidense de Vogue. Su
jefa por aquel entonces, Anna Wintour, le dio un valioso consejo: que el
vestido no desentonase con la iglesia. 

“Me dijo: ‘La gente ha recorrido miles
de kilómetros para verte [la ceremonia tuvo lugar en Cartagena de Indias y la
fiesta en la isla de Barú, el feudo de los Santo Domingo en el Caribe] y se
merecen algo espectacular”, me cuenta Lauren. “En un principio tenía previsto
un diseño de líneas simples, pero gracias a ella cambié por completo de
opinión”, detalla sobre el ampuloso modelo de Olivier Theyskens que lució y
que, finalmente, sí hizo juego con el templo, una joya del barroco colonial.

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