Periodista de Listín Diario abordar todas las estaciones
de las líneas 1 y 2 y cuenta su experiencia en el sistema de transporte masivo

El Metro está saturado en las horas pico debido a la alta
demanda de usuarios. ARCHIVO/LD

Nalphy Martínez

SANTO DOMINGO, LD.- El Metro de Santo Domingo representa
para muchos ciudadanos, incluyéndome, un medio de transporte rápido y eficaz
que permite a sus usuarios movilizarse dentro de la ciudad, evitando la
congestión del tráfico y el tiempo muchas veces exagerado para llegar a
nuestros destinos.

Acostumbrada durante años a usarlo, desde un tiempo para
acá he notado cierto deterioro en algunas áreas del ferrocarril e incluso
paradas demasiado largas entre estaciones, entre otros inconvenientes fuera de
lo habitual.

El caso más reciente me sucedió el pasado lunes, cuando
aún a las 8:00 de la mañana había una fila que recorría dos veces la estación
Concepción Bona y, sin muchas oportunidades para avanzar, quedando varada por
más de 15 minutos bajo el sol a la espera de que cediera.

Una vez dentro y con miras hacia el “transfer”, pude
apreciar cierto retraso entre el movimiento hacia las estaciones, además de
pausas bastante prolongadas, con algunos usuarios desesperados y murmurando
improperios para sí, supongo por el retraso que el inconveniente les provocaba.

Curiosa por saber si solo había pasado en mi recorrido,
constaté con otros usuarios y en medios de comunicación que la situación había
sucedido en las Líneas 1 y 2 en horas de la mañana, debido a una avería
eléctrica que tuvo lugar en la estación Centro de los Héroes y provocó una
congestión en las demás.

Consciente de que este fenómeno se ha repetido en varias
ocasiones, me propuse hacer un recorrido el día después por todas las
estaciones de cada línea para comprobar si todo era percepción mía o si el
Metro de Santo Domingo, el sistema ferroviario más extenso del Caribe y uno de
los más utilizados en la capital, realmente presenta un deterioro en sus
instalaciones.

Durante este recorrido conversé con varios usuarios
habituales del sistema masivo de transporte, quienes me señalaron las distintas
grietas que se observan en las paredes y pisos, como también el polvo, telaraña
y falta de pintura que poseen.

“Han abandonado el mantenimiento en todos los sentidos”,
me comentó un ciudadano que acostumbra a usar este medio de transporte,
añadiendo como crítica que las escaleras eléctricas, siempre en horas pico,
suelen estar apagadas o fuera de servicio, junto con el retraso continuo de la
llegada de los trenes a sus respectivas paradas.

Explicó que posiblemente estos cambios tan abruptos se
deban a nuevos operadores, sin experiencia, que conducen el Metro en las
diferentes líneas.

Agradeciendo su intervención, seguí en mi recorrido
contabilizando el tiempo que tomaba el tren entre los distintos andenes, entre
cinco y tres minutos. Noté que muchas estaciones tenían las escaleras
eléctricas inhabilitadas y en algunos ascensores observé letreros para indicar
que estaban en mantenimiento. Quién sabe desde cuándo tenían esas advertencias.

La situación, aunque
se ha vuelto habitual, con un vistazo más profundo se vuelve preocupante,
porque precisamente una de estas escaleras eléctricas apagadas tenía una
persona discapacitada con un bastón que las utilizaba, causando, sin quererlo,
retraso a los otros usuarios que estaban detrás de él y, entre la presencia de
más gente, podría ocasionarle un accidente.

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