“La nostalgia no forma parte de mí. Hay una superposición
errónea entre poesía y nostalgia” 
Soñaba
con hacer una película desde el instituto y ahora presenta Agon en el Festival
de Venecia. Una historia sobre el deporte que trata, en realidad, sobre la
vida.

Por
Antonella Bussi    Vanity Fair

Traducido
y adaptado por Darío Gael Blanco

“Si
hablamos de cine, no de por qué lo he hecho, ni de los motivos de la historia,
ni de mi familia, al fin y al cabo, me interesa el lenguaje cinematográfico y
hacer que algo avance ligeramente. Creo que en esta película he depositado mi
identidad, una idea de atención y un razonamiento profundo que espero que el
público entienda”. Así resume Giulio Bertelli, tras dos horas de
conversación, pensamientos relámpago y reflexiones, su primera experiencia como
director. Agon se presenta en Venecia el 29 de agosto, durante la Semana
internacional de la crítica, y es mucha la curiosidad que despierta esta
película independiente. Una curiosidad que también está ligada al hecho de que
Giulio Bertelli, de 35 años, es el segundo hijo de Miuccia Prada y Patrizio
Bertelli, el que se mantiene al margen del imperio familiar y que siempre ha
intentado reafirmarse haciendo cosas que difieren del resto de su familia. El
cine era su sueño de infancia y el resultado expresa cada experiencia de su
formación. Agon, la cual hemos visto en primicia, es la historia de tres
mujeres atletas (de judo, esgrima y tiro, respectivamente) preparándose para
participar en los Juegos de Ludoj 2024. Unas Olimpiadas ficticias para una
película cuyo género resulta difícil de clasificar —Bertelli la define como
“tecno realismo”— en la que el relato deportivo posee una arquitectura visual y
estética original, realidad y ficción se confunden (“¿es un
documental?”, se pregunta uno al principio), y temas sociales y
universales como la competición y el rendimiento brindan reflexiones profundas.
Es una cinta conceptual y alegórica, y, tal y como describe Bertelli, “por
momentos onírica y absurda”. “Quizá no llegue a todo el mundo, como a
mí me habría gustado, pero tengo la sensación de que serán los jóvenes quienes
más la entenderán”, puntualiza. Por otra parte, se nota que él mismo posee
una mirada juvenil: “Quizá sea porque no tengo una trayectoria viciada, no
he trabajado en el cine y mi punto de vista sigue siendo el mismo que cuando
tenía veinte años”.

¿Cómo
llegó a hacer esta película?

Tenía
la idea de hacer cine en la cabeza desde el instituto. Hubo un momento en que
percibí que había un autor detrás de una película, y eso me interesaba más que
la presencia de grandes actores, porque para mí el cine era la manifestación
gráfica o visual de un pensamiento, la interpretación de lo que ocurre a tu
alrededor. Luego me fui a estudiar a Inglaterra, a la Architectural
Association, que es una universidad más teórica, y empecé a centrarme en la
relación entre cine, diseño y arquitectura, pero nunca pensé que sería
arquitecto. En aquella época tenía ganas de escribir sobre muchos temas, pero
luego la vida dio un giro inesperado. También tenía otras pasiones y quería
alejarme de un contexto urbano y quizás también intelectual.

Y
eligió el mar.

Los barcos de vela.
Me interesaba trabajar con las manos, el desarrollo tecnológico en un mundo que
conocía por razones familiares. Empezó como un juego a los veinte años y se
convirtió en una carrera profesional al más alto nivel durante 10 o 12 años. He
trabajado con el equipo Luna Rossa, también con equipos internacionales de
Australia, Holanda, Francia, y en Italia incluso con Giovanni Soldini. Luego
abrí mi propio estudio de investigación y diseño aplicado a diferentes ámbitos.
Y no empecé a trabajar en esta película hasta 2018. 

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