(Los normales, normalmente los domingos, van al templo. Los demás, quién sabe.
Se escribe con una bestia ciega entre los dedos, para exorcizarse de pelusitas de ángeles y manías. Se escribe con pasión, contra el tedio y la mensura catastral; contra el fango y las bajas pasiones.
En un papel sin líneas, sin límites ni conciencia. Por el placer de escribir, dotar de vida los fantasmas que nadan en las aguas de la imaginación, poniendo en juego el cuerpo y los deseos.
En consecuencia, se escribe para los que se embriagan en el placer de la lectura. No estoy seguro de que exista una lectura para domingo y días feriados, y otra para el resto de la semana.
Tengo nociones de que existe una literatura que es la madre. A la que se entra sin relojes ni gabanes y, sobre todo, sin la profilaxis del censor. El sentimiento lastra la razón. ¿Será acaso la lectura del placer de la que hablara Barthes?
Se escribe con un pez ciego entre los dedos, con un pulpo haciendo cientos de señales de la cruz.
Todos los carros van alguna vez camino del infierno, todos los gallos desafinan la sombra con el pincel de su canto.
Me gusta la flauta dulce, de caña, la flauta india que tuerce sin romper el viento contorneando su cintura entre los hilos del aire.
Me gustan las tubas, los cornos franceses, las maracas. Me gustan los tomates bien maduros, y levantarme en las mañanas grises y mirar que sale o no sale el sol.
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