Rafael Peralta Romero

Rafael Peralta Romero
Presumo que el
ingeniero Miguel Vargas, todavía presidente del Partido Revolucionario
Dominicano, se identifica con la mujer que 
sugirió  tranquilamente: “Ni para
mí ni para ti, que partan al niño en dos mitades”, cuando en presencia del rey
Salomón  se disputaba, con otra,  la 
maternidad  del bebé.
Esa mujer –no poco
pudor- aplastó mientras dormía a su pequeñuelo y  sin rubor alguno tomó el de la otra  y le colocó a ésta el cuerpito inerte del
suyo. Acudieron ante  al sabio  gobernante y éste propuso  partir 
el niño vivo entre ambas.  Una de
ellas –con la que simpatiza Vargas- dijo que sí y la otra –la madre del niño-  exclamó que no.
Vargas, el de la
mente escindida, prefiere un PRD escindido. Después de perder la
convención  en la que se escogió el
candidato presidencial  de 2012, Vargas
ha quedado  “con el corazón partido”
y  desde entonces no quiere otra cosa que
el fracaso de esa organización. Lo demostró con sus actitudes durante el
proceso electoral.
El PRD perdió las
elecciones siendo el partido mayoritario. Vargas se ganó calificativos de
traidor, Judas Iscariote, caballo de Troya. Pero  nada le ha avergonzado. Muchos
dirigentes  de “su” partido  rehúsan su presencia  y probablemente  se haya convencido de que en esa organización
sólo cuenta con asalariados y beneficiarios.
No hubo  pudor suficiente para que  Vargas 
sintiera  el rechazo de la
militancia  perredeísta por  los vínculos que le atribuyen con  el ex presidente Leonel Fernández,  un goloso de poder a quien no le
interesa  la  permanencia  
de un partido firme y crítico en la oposición.  Vargas ha cumplido fielmente su pacto con
Fernández: inutilizar el PRD.
 La sociedad dominicana demostró,  a final del pasado año,  disposición para   el combate de la corrupción y los abusos de
Estado,  a propósito de que se
descubriera el gran hoyo fiscal, que a su vez 
generó el paquetazo de 
impositivo. Pero el más poderoso partido 
no estaba en capacidad de asumir la dirección de esa sentida  expresión del pueblo.
Una reclusa,
condenada por vínculos con el narcotráfico, 
reveló a las autoridades que el señor Vargas, cuando fue candidato
presidencial en 2008, recibió donaciones 
por valor superior a los 300 mil dólares de parte del capo José David
Figueroa Agosto, quien era además marido de la declarante, Sobeida  Félix Morel.
Vargas lo desmintió
tímidamente.  Pero su rostro sigue del
mismo color: no hay rubor.  Para  lanzar un manto de olvido  sobre 
tan grave acusación,  mueve  unos títeres a que  expulsen del PRD a los principales dirigentes
y a   Hipólito Mejía,  ex presidente de la República. Pudor es
sinónimo de honestidad. Rubor es 
vergüenza  o sonrojo. Ambos han
faltado.

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