Rafael Peralta
Romero
 

Rafael Peralta Romero

Hojeando y ojeando la nueva edición (23ª) del Diccionario de la lengua española, he
encontrado acepciones atribuidas  a
algunos vocablos  o formas de escritura
en otros, que comparadas  con los usos  de aquí, bien merecen  ser presentadas como curiosidades.

Comienzo por  “narigón”, 
el DLE la define  como “narigudo,
que tiene la nariz grande”. En el habla dominicana, esta palabra nombra una
argolla que se coloca en la nariz de los bueyes, para dominarlo. Pero el
Diccionario  no registra esa acepción y
por eso tampoco  recoge el verbo
“narigonear”.
El DLE no incluye
directamente a  República Dominicana
entre los países  donde “cuadrangular” es
sinónimo de jonrón, sino que menciona a Colombia, Costa Rica, El Salvador,
Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Venezuela y  las Antillas, donde ha de incluirse nuestro
país. Lo mismo ocurre con el verbo “jonronear”, que se atribuye  hasta a Bolivia  y no al país donde nacen los jonroneros.
Lo que quizá
debamos revisar los dominicanos es la forma de llamar a cierta ave galliforme
conocida aquí como “pajuil”, palabra que no aparece en el DLE. Están
registradas “paují” y “paujil” y parece que la primera forma es la  recomendada. Respecto de la palabra “cajuela”,   el Diccionario dice que en México y
República Dominicana  se nombra así al
depósito de paquetes de los automóviles. ¿Usted le llama así?

Lo que no puede
ser  es que el DLE asegure que en el
habla dominicana y otros  países se
emplee la palabra “cuerazo” como sinónimo de latigazo. ¡No! Aquí un cuerazo es
otra cosa. Por ejemplo, una prostituta cara. Quizá una megadiva.

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