Por Lincoln López 
Considero la farsátira “Una libra de carne” (1954) de Agustín Cuzzani (1924-1987) la mejor versión de “El mercader de Venecia” (1594?), del genio del teatro William Shakespeare (1564-1616), catalogado como el mejor dramaturgo de todos los tiempos. Autor de textos dramáticos inmortales como “Romeo y Julieta”, “Hamlet”,” Ricardo III”, “Otelo. El moro de Venecia”, “El mercader de Venecia…. 
Según su biógrafo Klaus Portl, Agustín Cuzzani es un escritor y uno de los dramaturgos más importantes del teatro de vanguardia de su país, Argentina y que proviene del Teatro Independiente. En su obra “quiere, sobre todo, ridiculizar a los poderosos de este planeta, lo que le impulsó a crear el género de la farsátira…Su temática gira alrededor de su preocupación por el mantenimiento de la libertad individual y personal así como por la justicia social en un sistema que se distingue por su desmesurada injusticia y desigualdad”. 
Shakespeare sitúa El mercader en Venecia, Cuzzani, en cambio, la desarrolla en Argentina para criticar la realidad de su país. El argumento gira al reclamo que hace un mercader intolerante, quien exige una libra de carne de su deudor (de su cuerpo) si éste no paga en el plazo acordado. La víctima es el personaje Elías Beluver un trabajador que es explotado por sus patrones, y como consecuencia, vive en condiciones miserables. Un tercer personaje importante de la obra es la esposa de Elías, porque ella lo culpa de la situación en que viven, pero de los dos, es la única que habla o pelea es ella, por lo cual va agravando los problemas de la pareja. 
Ese mutismo de Elías Beluver está muy bien llevado por Agustín Cuzzani, porque el público se va identificando con la víctima pero al mismo tiempo hay una mezcla de indignación con el personaje ante tanta resignación. Elías nunca pronuncia parlamento propio alguno, solamente antes de caer el telón final explota con una sola palabra: No. 
El personaje del usurero recibe el nombre de Thomas Shylock García quien cobra intereses exorbitantes por el préstamo, y quien no repara en reclamar “una libra de carne” de su deudor por vía judicial. Por eso las escenas siguientes se llevan a cabo en la sala de audiencias de un tribunal de justicia. La discusión se centra en que debe pagar “una libra de carne” por su deuda pero que no está incluida la sangre. Debe cortar la libra pero no debe derramar sangre. Aquí hay diferencia entre las dos obras: en la Shakespeare el acusado tiene sangre, en la Cuzzani carece de sangre, por lo que el acreedor se libra de una sanción. ¿Por qué carece de sangre? Porque el acreedor se la chupó durante toda la vida. 
Cuatrocientos veintidós años han transcurrido del estreno de esta obra de William Shakespeare, y si algo ha cambiado, ha sido en negativo: la proliferación del usurero hasta alcanzar categoría de instituciones financieras que se “chuparon” a países enteros durante la crisis financiera mundial del presente siglo… y todos o la mayoría se han librado de sanción.

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