Fuente: BBC

El término lo
introdujo el doctor estadounidense Steven Bratman en 1997 juntando la palabra
para ‘correcto’ del griego orthos con orexis apetito; un símil de anorexia sin
apetito, el trastorno de la alimentación que la ortorexia a veces disfraza.
Se parecen, aunque
los objetivos declarados por los pacientes son distintos. No obstante, hay
nutricionistas que piensan que se trata del mismo trastorno, con una
justificación más aceptable.
Aunque la meta de la
anorexia es perder peso y el de la ortorexia es estar sano, ambas restringen
los hábitos de comida a tal punto que ponen en peligro la vida de quien los
padece.
Pero mientras que la
anorexia es reconocida como un mal, la ortorexia tiene el problema añadido de
que es “una enfermedad disfrazada de virtud”.
De unos pocos a unos
muchos
Si bien es cierto que
una dieta que se base en alimentos naturales está lejos de ser mala, cuando se
torna en una obsesión puede tomar el camino errado.
Refiriéndose a
tendencias preocupantes hace 20 años, Bratman señaló ejemplos como:
1. Lacto-ovo-vegetarianos,
que le tienen miedo a la leche
2. Los crudistas, que
comen alimentos sin cocinar y no procesados, que temen que picar los vegetales
destruya su ‘campo etéreo
3. Los no-ajo no-cebolla
con influencia hindú, quienes creen que la familia de la cebolla provoca deseo
sexual”.
“Eventualmente,
el ortoréxico dedica gran parte de su vida a planear, comprar, preparar y comer
sus platos”, escribió en Health Food Junkies.
Estrellas como Gyneth
Paltrow llevan a las chicas a soñar que sólo si comen “lo correcto”
serán bellas. Lo que olvidan es que esas estrellas tienen mucho tiempo y dinero
para ser guapas, señala el nutricionista Miguel Toribio-Mateas.
En esa época, Bratman
estaba hablando de los hábitos alimenticios de unos pocos, reducidos y selectos
grupos.
Sin fundamento
“Esos platos
inspirados por Instagram, con unas hojas de espinaca, un poco de quínoa -que
está muy de moda-, algunas semillas de granada -que se ve linda-, son muy
bonitos pero no tienen sustancia”, le dice a la BBC Miguel Toribio-Mateas,
nutricionista y especialista en Neurociencia Clínica.
“Al final tienes
una comida que te da 200 calorías -que no es nada a nivel energético- y sin
proteínas. Está bien si te apetece un día pero si te niegas a comer el resto de
comida normal porque la consideras sucia o algo que no podrías tener nunca en
tu vida porque te va a hacer mal, hay un problema”.
Lo difícil
Al consultorio de
Toribio-Mateas, llegan ortoréxicas -pues la mayoría son mujeres- o para
consultarlo sobre cómo tener una dieta a sus ojos perfectos, o porque sus
familiares las llevan, pues ellas están convencidas de que lo que están
haciendo está más que bien.
“Es difícil
tratarlas, y no sólo porque tienen tanta información”.
Con tantas
restricciones, este trastorno de la alimentación se torna en un problema
existencial.
Y para las pacientes,
no sólo las opciones de comida sino también las de la vida se reducen.
“¿Cómo vives si
llevas al extremo la idea de comer limpio hasta que se vuelve patológico? No
puedes ir a un restaurante o bar porque te aterra no saber qué te están
sirviendo. No puedes ir a casa de amigos a cenar, a menos de que sean
ortoréxicos”.
Como reza el refrán:
todo en exceso es malo.

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