Víctor Sancho / Corresponsal

Washington.- Keith Schiller, un hombre alto, se afeitó y robusto de
unos cincuenta años, llegó el pasado martes a las 5 de la tarde para los
cuartos del FBI con un sobre amarillo en su mano para entregarlo al director
James Comey. Dentro había una carta de “despido con efecto inmediato.” Comey,
quien se encontraba en Los Ángeles, se enteró de la noticia en una pantalla de
televisión y por primera vez pensó que era una broma de mal gusto. Presidente
Trump recogió Schiller ser el mensajero de esa decisión fulminante, se decidió
que el Director de la Oficina Oval de Operaciones , el ex director de seguridad
de la torre del triunfo , su guardia personal a tiempo parcial y el ex
detective de policía de Nueva York hicieron los honores.

El martes, el presidente de repente decidió despedir
Comey, el que, para muchos, entregó la Casa Blanca a Trump; pero para él, era
cada vez más de un obstáculo y una molestia, que, si no se elimina rápidamente,
podría interferir con su administración.
Fue el final de una relación de amor-odio. Trump usa para
alabar al FBI cuando pensaba que estaba investigando Hillary Clinton y criticó
que cuando no lo era. La fórmula es muy simple: conmigo o contra mí, la única
regla que parece funcionar en relación con Trump y que tiene que ver con “la
lealtad Si cumple, es bienvenido, si no, su trabajo está en juego.”.
Cuando en de junio del año 2016 Comey recomienda no
procesar candidata demócrata Hillary Clinton para el uso de “extremadamente
imprudente” de su correo y material clasificado, la ira de Trump estaba
dirigido al director del FBI, a quien acusó de ser parte del “sistema amañado”
en su contra.

Sin embargo, 11 días antes de las elecciones, Comey
reabrió el caso y, junto con él, le entregó la presidencia a Trump, así el odio
se convirtió en el primer acercamiento a la reconciliación. Trump abiertamente
reconoció que Comey fue la clave para derrotar al republicano cuando, en la
primera ocasión, dio el punto de mira a Comey en una recepción con los agentes
de seguridad y de inteligencia de alto rango. “Oh, no hay James. Se ha vuelto
más famosa que yo “, bromeó.

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