Por Enrique
Alberto Cabrera Vásquez
Iván García
Guerra, palabras de gratitud: Gracias, mi pueblo amado, por permitirme
presentarme ante ustedes, luego de tantos años en exilio.
El
prestigioso y afamado intelectual dominicano, nacido en San Pedro de Macorís,
Iván García Guerra, tuvo a bien escribir el ensayo personal que a continuación
reproducimos. Fue su conferencia que leyó el viernes último, 15 de marzo, en el
salón principal de eventos y actividades del centro de la Universidad Autónoma
de Santo Domingo (UASD) de San Pedro de Macorís.
He aquí la
rica pieza literaria, cultural e histórica, que el autor tituló, “Yo… y mi
trabajo”.
Yo… y mi
trabajo
Nací, hace
ya 81 años, el 26 de Febrero del 1938, en San Pedro de Macorís, República
Dominicana, segundo hijo de Toribio Lorenzo García García, montecristeño,
doctor en medicina, y Estela Guerra Martínez, macorisana del Éste, simplemente
ama de casa.   Fui bautizado como Néstor
Toribio Iván; pero, para mi suerte, sólo el último nombre sigue sino reconocido.
Nos
trasladamos a la Ciudad de Santo Domingo en el 1944, año en que era  conmemorado el primer centenario de la
fundación de nuestra República, y aquí he vivido la mayor parte de mi vida.
Mi
infancia, adolescencia e inicio de la juventud transcurrieron sin grandes
incidencias, de manera similar a cualquier otro individuo de la mediana clase
media; sin lujos y sin notables carencias. Estudié primero en una escuelita
frente a mi casa de la calle19 de marzo, de la cual no recuerdo ni siquiera el
nombre; ésta fue absorbida por la escuela Salomé Ureña, antes de que se
convirtiera en un Liceo Para Señoritas. 
De ahí pasé al primer Colegio de la Salle en la calle Padre Billini
frente a la Iglesia y Convento de los Dominicos; institución que luego sería
mudada, con todo y alumnos, incluido yo, a su actual localización en la
prolongación de la Avenida Bolívar.  De
ahí pasé al Colegio Santo Tomás, también localizado en la Zona Colonial, frente
a la iglesia Regina Angelorum.  Y
acabaría el bachillerato en el Liceo Presidente Trujillo, hoy Juan Pablo
Duarte.
¿Por qué
tantos saltos?…   No estoy seguro; pero
me supongo que fue porque no era un buen estudiante, y mis progenitores
buscaban un lugar que me acomodara.
En mis
primeros años deseé ser como San Francisco de Asís, desprendido de
materialidades, amoroso con humanos y animales, y etcétera… pero no muy después
me incliné por la hermosa tendencia dentro de la cual, sin duda, había nacido:
el Arte.
La plástica
llegó primero, y el muchachito fue inscrito en la Escuela de Bellas Artes, al
lado de la Iglesia de las Mercedes; allí se amistó con el carboncillo, la
acuarela, el pastel y hasta el óleo.  
Pero apareció el sonido melódico, y el adolescente se mudó a la Escuela
Elemental de Música, frente a la Capilla de los Remedios, enredándose entonces
con redondas, blancas, negras, corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas.
Sólo
entonces apareció la palabra dicha… desde un escenario.

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