Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Los
predelfines entrarán al salón y  se
sentarán en área privilegiada. Se mantendrán sobrios y atentos en espera  del inicio del ritual. Aunque por cortesía se
les ha llamado delfines, en plural,  solo
uno  ostentará esa honrosa distinción.
El  Supremo  cederá 
generosamente el mando y el sucesor, el delfín,   será como su primogénito.
El
maestro del coro  exhorta a los  predelfines 
a ponerse de pie y juntar sus manos a la altura del pecho. Luego anuncia  que hace su entrada, en cuerpo y alma, el
Supremo. La audiencia aplaude y los predelfines 
simulan estar orando. El Supremo ocupa su trono en la mesa de honor y
esboza lo que parece una sonrisa.
Los
predelfines irán a la mesa y cada uno ocupará la silla que se le indique. Se
desata  un murmullo al ver la
concurrencia y los propios predelfines 
quién ha quedado a la derecha del Supremo.  El maestro del coro, con pretendida energía
y  visible inflexión femenina, ordena
silencio y recuerda la sacra presencia del Supremo.
El
cuchicheo termina de golpe porque el Supremo ha hablado. En tono bajo, pero
perceptible,  preguntó por qué no han
llegado Reinaldo ni Carlos. El maestro del coro agregó una silla en cada
extremo de la mesa, un ayudante se ofreció para localizar a los ausentes y otro
sacó  su teléfono móvil para llamarlos,
pero el Supremo lo desestimó.
El
maestro del coro retiró las sillas que había colocado. Y sugirió a los
predelfines ubicarse delante de la mesa frente al Supremo, para “dar formal
inicio” al ritual de unción del delfín, la persona que encarnará la viva  representación del Supremo y actuará en su
nombre y representación, aunque nadie será como él.
Cabizbajos,
frente al Supremo, escuchan la primera pregunta del ritual: ¿Renuncian  a Leofer? 
El maestro del coro susurra: “Digan renuncio”. Ellos  responden: Renuncio. ¿Renuncian a todas sus
fantasías y seducciones?  Digan “Renuncio”,
indica el maestro del coro. Todos responden: Renuncio. El Supremo ha olvidado
la siguiente pregunta.
El
maestro del coro le habla al oído y le muestra un papel. Prosigue: ¿Saben lo
que significa sangre vieja? ¡Leofer!, responden. ¿Quién representa la sangre
nueva?, pregunta el Supremo. El maestro del corro sugiere responder:
“¡Nosotros!”. Pero cada  cual responde:
¡Yo! Esto no agradó al Supremo, se notó en su rostro.
El
Supremo inició otra pregunta y antes de que terminara, todos menos uno,
respondieron: ¡Renuncio! Entonces habló el Supremo y dijo: En vista de tantas
renuncias, no queda otra opción que Gonzalo. Puso sus manos sobre la cabeza del
delfín y estalló un intenso aplauso. Los otros 
entonaron un cántico: “Bendito sea el Supremo que nos lo ha dado todo”.

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