RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Si se preguntara a los
dominicanos  cuál es el  problema más grave que nos afecta, muchos
responderían que el principal inconveniente de 
nuestra  sociedad es la crisis de
energía, para la cual  no ha habido
Catalina que valga pese a tanto dinero tirado a sus fauces y tantas ilusiones
vendidas por el presidente Danilo Medina.
Otros 
dominicanos dirán que el principal escollo está en el desempleo, debido
a la alta cantidad de personas en edad productiva que no encuentran dónde
laborar. Esto  incluye a  miles de egresados universitarios que
recurren al subempleo, es decir que desempeñan tareas ajenas a su formación.
Son candidatos a la frustración.
Gran número de dominicanos considera
que la plaga maligna  aquí es la
delincuencia y por consiguiente la inseguridad. Nadie está seguro  ni siquiera en su casa, mucho menos en las
calles.   El miedo es una peste que
devasta no solo en las tinieblas, sino a la plena luz del sol. La perturbación
viene haciéndose costumbre.
Quizá la principal imperfección
que  nos afecta sea el deficiente
servicio  de salud que ofrece el Estado:
hospitales cerrados, otros  sin apoyo
material, amplia masa poblacional sin protección  y un sector privado de insaciable apetito
financiero,  capaz de dejar  morir a un ciudadano porque no porta un carné
de seguro médico.
Hay más respuestas al cuestionamiento
en torno al principal problema nacional. Es obvio que unos dirán que la
corrupción estatal  sumada a su gemela la
impunidad es lo peor que nos está pasando. Los funcionarios ladrones se llevan
a sus arcas personales  el dinero  destinado a la solución de los problemas
antes citados.
Algunos  pocos –yo entre ellos-   considerarán que el  problema más 
lacerante  de la sociedad
dominicana es la crisis de la educación. Ningún pueblo puede desarrollarse sin
educación. La educación moldea a las personas para hacerlas aptas  para la convivencia con los demás. A  los dominicanos nos falta mucho de eso.
La crisis de la educación se ve a
diario en las calles, sobre todo en quienes conducimos vehículos. La ley de la
selva es lo predominante. La crisis de la educación se ve también  en  la
forma de echar los desperdicios a la vía pública y en el  manejo que de estos hacen las autoridades
municipales y las firmas contratadas para la recogida.
A nivel mundial se nos acaba de
enrostrar la crisis en el aspecto formal de la educación. El 75 por ciento de
estudiantes dominicanos sometidos a la prueba Pisa reprobó en matemáticas,
lectura  y ciencias. El nuestro quedó en
el último lugar entre 79 países. Debemos tener razón al señalar como peor
problema  la crisis de la educación.

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