ALEJANDRO HERRERA
Insisto: en la delica­da situación que vi­vimos
actualmente, donde nadie tiene la verdad absolu­ta, algunos opinantes no
quieren ver de forma ob­jetiva y desapasionada la parte positiva de todo el
esfuerzo y trabajo del go­bierno dominicano y del personal médico, militar y
policial desplegado en la primera línea de batalla para contener la
propaga­ción del virus; y prefieren, influidos por el ambien­te de una campaña
políti­ca electoral que hemos si­do incapaces de postergar, mantener como
“buenos francotiradores” la mira puesta en criticar o desta­car los posibles
errores co­mo clara apuesta al fraca­so del oficialismo en esta difícil tarea.
La cultura democráti­ca admite y permite estos
comportamientos que, sin embargo, muchas veces, como en la ocasión, no
discriminan ni separan el genuino interés nacional, que en el momento actual es
preservar la salud de la mayor cantidad de domi­nicanos, por encima de
cualquier otro interés par­ticular, ambición de po­der o preferencia política,
pasando por alto la admi­sión de la especial circuns­tancia que nos obliga a
en­frentar unidos el desafío pandémico que, repito, no encontró a ningún país
en el mundo preparado y en capacidad de evitarlo.
Es bueno saber que el desarrollo de esta película apenas
comienza. Si sobre­vivimos, aquí seguiremos haciendo libre ejercicio de
comparar y sacar conclu­siones propias de una cri­sis, que no es solo nuestra,
y ya ronda los 4 millones de contagiados y ha cobra­do cerca de 300 mil falleci­dos
en el mundo, entre los cuales se cuentan lamenta­blemente centenas de
do­minicanos que engrosan el índice de letalidad del país, que hasta el
momento, se ubica por encima del 3%, y por debajo de la media de América, que a
la fecha an­da por los 5.8 %, lo que se­gún parámetros de la Or­ganización
Mundial de la Salud (OMS) y otras enti­dades, representa un buen desempeño en
el manejo de la crisis sanitaria actual.
Sin caer en el pesimis­mo paralizador y mu­cho menos ser
ave de mal agüero, debemos prepa­rarnos para lidiar y gestio­nar la gran crisis
que nos sobreviene fruto del golpe pandémico multidimen­sional que, además de
las vidas humanas arrebata­das, interrumpió abrupta­mente el desenvolvimien­to
económico estable y positivo que venía tenien­do la República Domini­cana desde
el año 2004, con un sostenido y holga­do crecimiento, traducido ya en muchas
mejoras so­ciales, hasta el momento del parón de la economía mundial, en este
inolvida­ble año 2020.
Por suerte, no estamos entre aquellos países don­de el
hambre constituye una amenaza inmediata y quizás mayor que el pro­pio virus. No
obstante, es posible que miles de do­minicanos vean disminuir sus ingresos unos
y per­derlos otros, producto del aumento del desempleo y la quiebra de
múltiples negocios, la escasez de di­visas derivada de la caí­da abrupta del
turismo, la disminución de las reme­sas y exportaciones, oca­sionando quizás el
aumen­to de la tasa de cambio, contribuyendo todo esto a incrementar la
desigual­dad social, la pobreza y la desesperanza de miles de compatriotas.
Los dominicanos no de­bemos dejarnos engañar, gestionar
la crisis que so­breviene requerirá de un mayor esfuerzo y de un equipo
gobernante expe­rimentado, generador de oportunidades y realiza­dor de obras,
socialmente sensible, innovador, pro­bado en la gestión pública y privada, que
no llegue al poder a aprender, inventar o ejercer retaliación para cubrir
incapacidad inicial sobre la marcha en un mo­mento de profunda crisis
socioeconómica que de­mandará soluciones fia­bles y oportunas.
Debemos “hilar fino”, no es momento para equi­vocarnos;
ya que pronto podríamos vernos sumer­gidos en uno de los mo­mentos más
delicados y difíciles de nuestra histo­ria republicana, para el cual debemos
prepararnos y ser juiciosos en apoyar a quienes mejor garanti­zan el rumbo
hacia la cer­tidumbre, la superación de la crisis y así recupe­rar nuevamente
la buena marcha del país de todos los dominicanos.

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