Lic. Pedro J. Diaz Ballester

El futuro de los precios de los productos básicos dependerá del ritmo de
recuperación y contención relativo a la COVID-19

WASHINGTON.- Los precios de los productos
básicos continuaron su recuperación en el primer trimestre de 2021, y se prevé
que se mantendrán cercanos a los niveles actuales a lo largo del año, gracias
al repunte de la economía mundial y a las mejoras en las perspectivas de
crecimiento, según la publicación semestral Commodity Markets Outlook
(Perspectivas de los mercados de productos básicos) del Banco Mundial.

Sin embargo, el panorama futuro depende en gran medida de los avances en
la contención de la pandemia de la COVID-19, así como de las medidas normativas
de apoyo que adopten las economías avanzadas y las decisiones de producción de
los principales generadores de productos básicos.

Se estima que este año los precios de la energía aumentarán, en promedio,
más de un tercio respecto de los valores de 2020, y que el petróleo se ubicará
en un valor medio de USD 56 por barril. Se prevé que los precios de los metales
aumentarán un 30 %, en tanto que los precios de los productos agrícolas se
incrementarán casi un 14 %. Gracias al repunte de la actividad económica, así
como a algunos factores específicos de la oferta, en particular en los sectores
del petróleo, el cobre y algunos alimentos básicos, casi todos los precios de
los productos básicos han superado los niveles previos a la pandemia.

“Hasta el momento, el crecimiento mundial ha sido superior a lo
previsto, y las campañas de vacunación ya están en curso; estas tendencias han
impulsado el alza de los precios de los productos básicos. Sin embargo, es imposible
predecir cuánto durará la reactivación”, señaló Ayhan Kose, vicepresidente
interino de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones, y director del
Grupo de Perspectivas del Grupo Banco Mundial. “Los mercados emergentes y las
economías en desarrollo sean importadoras o exportadoras de productos básicos,
deben fortalecer su resiliencia a corto plazo y prepararse para la posibilidad
de que el crecimiento pierda impulso”.

Tras los mínimos históricos alcanzados durante la pandemia, se observa
una recuperación de los precios del petróleo crudo, respaldada por el acelerado
repunte de la economía mundial y los continuos recortes a la producción
promovidos por la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus socios.
Se espera que la demanda se fortalezca durante 2021, a medida que aumente la
disponibilidad de vacunas —en particular en las economías avanzadas—, se
flexibilicen las restricciones impuestas durante la pandemia y se consolide la
reactivación mundial. Se prevé que los precios se ubicarán en un promedio de
USD 60 por barril en 2022. Sin embargo, si las medidas de contención de la
pandemia no prosperan, una nueva disminución de la demanda podría ejercer
presión sobre los precios.

Se estima que los precios de los metales retrocederán parcialmente
respecto de los aumentos de este año, a medida que el crecimiento generado por
los estímulos pierda su fuerza en 2022. Si algunas de las principales economías
emergentes retiran los estímulos antes de lo previsto, los precios podrían
inclinarse a la baja; sin embargo, la implementación de un importante programa
de infraestructura en Estados Unidos podría ayudar a sostener los precios de
los metales, entre ellos los del aluminio, el cobre y el mineral de hierro. Por
otra parte, intensificar el avance de la matriz energética mundial hacia la
descarbonización también podría fortalecer la demanda de metales.

Los precios agrícolas han aumentado sustancialmente este año, en
particular los de los productos alimentarios básicos, a raíz de la disminución
de la oferta en América del Sur y la fuerte demanda de China. No obstante, la
mayor parte de los mercados mundiales de alimentos básicos siguen estando
adecuadamente abastecidos en comparación con los niveles históricos, y se prevé
que los precios se estabilizarán en 2022.

Si bien los precios mundiales de los alimentos básicos han permanecido
sin cambios en el último tiempo, siguen surgiendo pruebas que confirman la
relación entre la COVID-19 y el aumento de la inseguridad alimentaria, y se
prevé que dichas repercusiones se extenderán durante 2021 y 2022. Cada vez más
países se enfrentan a crecientes niveles de inseguridad alimentaria grave, y
esto echa por tierra años de progresos en materia de desarrollo.

“A pesar de que los mercados de los productos alimentarios básicos están
bien abastecidos a nivel mundial, la COVID-19 ha tenido profundas repercusiones
sobre los mercados alimentarios y laborales locales en todo el mundo y ha
reducido los ingresos; esto ha alterado el normal funcionamiento de las cadenas
de suministro y ha agravado la crisis de seguridad alimentaria y nutricional
que ya venía desarrollándose aun antes de la llegada de la pandemia”, añadió
Kose. “Es momento de que los responsables de la formulación de políticas
adopten medidas para atacar las causas básicas de la inseguridad alimentaria”.

En una de las secciones destacadas de la publicación se investigan las
repercusiones de los drásticos cambios en los precios de los metales sobre los
países exportadores. Los metales, en particular el cobre y el aluminio, son una
de las principales fuentes de ingresos por exportaciones para un 35 % de los
mercados emergentes y las economías en desarrollo, y revisten una gran
importancia en lo referido al crecimiento económico, la estabilidad
macroeconómica y, por ende, la reducción de la pobreza. Dado que los precios de
los metales responden principalmente a la demanda internacional, estos países
pueden verse sumamente afectados por las recesiones mundiales, que pueden
generar caídas tanto en los precios de los metales como en los ingresos por
exportaciones. Las ganancias extraordinarias derivadas de los altos precios de
los metales, que en general se extienden poco en el tiempo, deberían reservarse
para enfrentar los efectos negativos y a más largo plazo de las disminuciones
de los precios, que justificarían la adopción de políticas de apoyo.

“Las fluctuaciones en los precios de los metales responden
principalmente a factores de la demanda externa, como los ciclos de recesión y
recuperación de la economía mundial”, dijo John Baffes, economista superior del
Banco Mundial. “Durante una recesión, los exportadores de metales podrían verse
perjudicados tanto por la situación de crisis general como por el desplome de
los precios. Las pérdidas de producción asociadas con la caída de los precios
son superiores a las ganancias derivadas de los aumentos de los precios, y los
responsables de la adopción de políticas deben estar preparados para enfrentar
estas situaciones”.

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