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La economía azul – definida
como actividades económicas que utilizan los recursos marinos o fluviales de
manera sostenible – se esgrime como una posibilidad de expandir el crecimiento
de muchos países del mundo. La economía azul emplea un gran porcentaje de la
población global, y su contribución se estima conservadoramente en US$1.5
trillones anualmente, aproximadamente 3% del valor agregado global. Desde
Australia a San Diego, diferentes gobiernos nacionales, regionales y
municipales están impulsando políticas públicas destinadas a estimular el
desarrollo de esta economía. Desde el punto de vista del BID, la economía azul
es importante puesto que está alineada con cuatro de sus cinco prioridades de la
visión 2025: pequeñas y medianas empresas, integración en cadenas de valor,
cambio climático, y género y diversidad.

Este entusiasmo por el
océano como una nueva frontera de crecimiento está siendo parcialmente
alimentada por los avances de la Bluetech – que se refiere a la creciente
aplicación de nuevas tecnologías al océano para resolver problemas vinculados a
la preservación del planeta y de sus especies, tales como como la
disponibilidad de agua potable, seguridad alimentaria, generación de energía limpia,
curas para enfermedades crónicas, nuevos materiales, y soluciones contra el
cambio climático (secuestro de carbono, prevención de desastres).

Para los países del Caribe,
cuyas economías turismo-dependientes han sido impactadas por la crisis del
COVID, hay una expectativa colectiva de que la economía azul y sus tecnologías
asociadas puedan ser una nueva fuente de crecimiento económico. Esta expectativa
se deriva de la confluencia de varios factores. Por un lado, los países
caribeños – especialmente aquellos insulares – desean poder capitalizar sobre
los recursos marinos de sus zonas económicamente exclusivas (ZEEs), que son
varias veces más grandes que su área terrestre. Por ejemplo, las ZEEs de
Barbados, Bahamas, Jamaica y Trinidad y Tobago se estiman en 3.73 millones de
kilómetros cuadrados – casi 10,000 veces el tamaño de sus áreas terrestres (de
379,000 kilómetros cuadrados). Por el otro, en la situación actual de alto
endeudamiento externo que enfrentan muchos de estos países, el financiamiento
concesional luce altamente atractivo, y las organizaciones multilaterales que
pueden ofrecerlo están muy interesadas en el cumplimiento de los Objetivos de
Desarrollo Sostenibles (ODS) acordados en el marco de las Naciones Unidas para
el 2030. Varios de los ODS están directamente relacionados con el océano – por
ejemplo, el ODS 14: “Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los
mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible” – mientras que
otros lo están indirectamente – por ejemplo, el ODS 2 concerniente a la
seguridad alimentaria, el ODS 7 a energía, el ODS 6 al agua, y el ODS 13 a
combatir el cambio climático. Finalmente, existen varios fondos privados de
impacto globales que buscan activamente oportunidades de inversión en la
economía azul en el Caribe. Esto es indicio de que el mercado detecta una
oportunidad de crecimiento en la economía azul del Caribe y a la vez reconoce
el alto potencial de impacto social y ambiental que tendrían estas
inversiones. 

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