Voces y ecos

RAFAEL PERALTA ROMERO

rafaelperaltar@gmail.com

Durante la Semana Santa, que inicia con el Domingo de Ramos, podremos
escuchar en los templos católicos o por los medios de comunicación, el relato
de la crucifixión de Jesucristo. Cuando usted oiga la quinta palabra, “Tengo
sed”, evite pensamientos como que Jesús tenía sed de justicia o   de estar en presencia del Padre.

Reflexione -no lo ordeno, lo sugiero- sobre la necesidad de agua que
afectaba al Maestro, quien en su condición humana experimentaba todas las
sensaciones y estímulos propios de los hombres. Tras los agobios de la Pasión,
sintió sed y lo manifestó. (Juan 19, 28-29). Y era agua lo que necesitaba.

El agua es el elemento más importante en nuestro planeta. “El agua es la
savia de los seres humanos, y de toda la vida en la Tierra”. Esto afirmó David
R. Boyd, experto de las Naciones Unidas en derechos humanos y medioambiente,
en  su último informe al Consejo de
Derechos Humanos, en Suiza, el pasado año.

El doctor Boyd, profesor de la Universidad de Columbia Británica, en
Canadá, incluyó en su informe que más de 2 mil millones de personas carecen de
agua potable manipulada de forma confiable. Y no solo eso, sino que “más de 4
mil millones de personas no tienen acceso a saneamiento tratado de forma
segura”.

Muchas regiones del mundo padecen crisis de agua, y esta situación se
da, no solo por la privación del valioso líquido, sino también cuando la  que aparece no dispone de la calidad
requerida para el consumo humano. La contaminación es uno de los factores
principales para la escasez del agua.

Vale observar la distribución de las aguas en la superficie terrestre.
El 97.5%   se encuentra en océanos y
mares, y por tanto es salada. Es decir, que solo el 2.5% es agua dulce. Pero
ahí no acaba el problema: del total de agua dulce, el 69% se encuentra en los
polos y montañas, en forma de hielo.

En cuanto a República Dominicana, “el asombro de ríos verticales” que
refiere el poeta Pedro Mir ha cambiado. Ahora el asombro se origina en que la
mayoría de las fuentes fluviales, se han convertido en estercoleros. Ocurre con
Ozama, Yaque,  Higuamo y todos los ríos
cercanos a los asentamientos urbanos.

La crisis del agua no está por venir, ya ha llegado. El derroche del agua
y la contaminación no solo han de ser delitos penales, sino agresiones morales
contra la sociedad. Con la quinta palabra, piense que dañar o desperdiciar el
agua es un pecado contra el Espíritu Santo. 
Ese no tiene perdón.

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