Voces y ecos

RAFAEL PERALTA ROMERO

rafaelperaltar@gmail.com

La forma como se llame a los naturales de un
lugar (aldea, barrio, ciudad, región o país) guarda una marcada
proporcionalidad con el nombre del sitio. Es decir, que el gentilicio (adjetivo
y sustantivo) es una palabra derivada. La relación entre el gentilicio y el
topónimo (nombre del lugar) de que se trate es indisoluble.

En algunos casos –muy pocos- la dependencia se
da a lo inverso: el gentilicio ha generado el topónimo, es decir un pueblo o
una nación da origen a una entidad organizada políticamente (república,
imperio, ciudad…) la cual asume el nombre por el cual se conocía a ese grupo
humano. En esta circunstancia el gentilicio no es derivado.

En ese grupo podría contarse el nuestro:
dominicano. ¿Qué existió primero, la República Dominicana o su gentilicio?
Cuando fue fundada la República, en 1844, ya a los habitantes de la parte
oriental de la isla de Santo Domingo se les llamaba dominicanos. Sobre todo,
para diferenciarse de los de la parte occidental.

Algún cronista ha dicho que un oficial español,
al frente de las tropas que enfrentaron y derrotaron a los franceses en la
batalla de Sabana Real de la Limonada, arengó a los combatientes que defendían
el dominio hispano con expresiones como esta: “Vamos pa´alante, dominicanos,
carajo”. Esto habría ocurrido el 21 de enero de 1691.

Dominicano guarda estrecha relación etimológica
con Santo Domingo, nombre de la ciudad y de la isla, y con Santo Domingo de
Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores, conocidos como los padres
dominicos, y también con el domingo (Día del Señor). El Diccionario lo define
así: Natural de la República Dominicana.

La explicación del escudo de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo, fundada en 1538 por los frailes dominicos, ilustra
sobre el origen de nuestro gentilicio. En el cuarto superior derecho aparece la
cátedra de Santo Tomás de Aquino, discípulo de Santo Domingo de Guzmán,
fundador de la Orden de los Dominicos.

En los dos cuartos inferiores aparece un perro
con una tea entre los dientes que incendia el globo terráqueo, lo que simboliza
la fogosa oratoria de los dominicos. 
Cuando Santo Domingo fundó la Orden de los Predicadores para combatir
herejías, a sus miembros se les denominaba “domini canis”, que quiere decir
“Perro del Señor”. Ahí está la clave.

Mucho más de cien años antes de 1844, los
habitantes del Santo Domingo español se consideraban dominicanos. Por eso, en
el juramento de los trinitarios, estos se comprometen a implantar una nación
independiente “…que se denominará República Dominicana…”. El gentilicio aportó
el nombre, pues es más viejo que la República.

 

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