El Caribe

Aciertan los obispos dominicanos al escoger para su mensaje con motivo
del 179 aniversario de la independencia de nuestro país el tema de la justicia,
y mucho más al hacerlo en la perspectiva de los retos y desafíos que tiene por
delante.

El texto rubricado por la Conferencia del Episcopado Dominicano bajo el
título “Seamos honestos y practiquemos la justicia”, comparte una serie de
reflexiones sobre nuestro sistema de justicia, formula algunas sugerencias y
expresa una visión crítica de la estructura judicial dominicana.

Sabido es que los obispos tienen la misión de orientar, señalar y
sugerir correcciones cuando consideran que el rumbo de las cosas no es el
correcto, pese a que su visión no siempre coincide con las urgencias de los
sectores más críticos de la sociedad.

Aunque los prelados ven “con beneplácito los esfuerzos que se están
realizando en la reforma del sistema judicial dominicano”, también señalan que
hay tres retos por enfrentar: “Una justicia para todos”, “un servicio judicial
oportuno y eficiente” y la necesaria “integridad para una justicia confiable”.

En líneas generales, las reflexiones de los obispos, basadas en textos
de la biblia y de los grandes pensadores de la Iglesia, remarcan otras
deficiencias del sistema judicial, al que exhortan a “garantizar la protección
de los testigos y las víctimas (…) disminuir los costos de los procesos para
que los más pobres no se vean obligados, por razones económicas, a cumplir
condenas más largas” y a “la eliminación del tráfico de influencias en la
administración de la justicia”.

Las carencias de nuestro sistema judicial son bien conocidas por todos
los que tienen alguna noción de cómo funciona la sociedad en que vivimos, y
precisamente la tardanza, la lentitud, la indiferencia figuran entre esos
déficits.

También consideran una tarea pendiente “la independencia de los jueces,
la despolitización de la justicia y el hacer de la honestidad y la
transparencia su estandarte a seguir”.

Como no podemos a vuelo de pájaro analizar en su totalidad el mensaje
episcopal, solo nos resta desear que estas reflexiones no caigan en saco roto,
que los destinatarios de las observaciones críticas sepan sopesar lo que se les
señala, y no se limiten a responder que están trabajando en eso como si siempre
hubieran estado en el rumbo correcto.

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