Redacción El Caribe
Internacional del Trabajo (OIT ) y la Unicef han publicado recientemente el
informe titulado “Más de mil millones de razones: La necesidad urgente de
construir una protección social universal para la infancia”.
Según este informe, el
número de niños que no tienen acceso a servicios de protección social aumenta
cada año, lo cual los expone al riesgo de sufrir pobreza, hambre y
discriminación, además de otros problemas igualmente graves.
Entre 2016 y 2020, otros 50
millones de niños de 0 a 15 años no recibieron prestaciones básicas de
protección social (en particular las prestaciones por hijos a cargo, pagadas en
efectivo o a través de créditos fiscales o subsidios del Estado), lo que llevó
el número total de niños menores de 15 años en esta situación a 1.460 millones
en todo el mundo.
Cuando no reciben una
protección social adecuada, los niños y las niñas están más expuestos a la
pobreza, a contraer enfermedades, muchos abandonan la escuela o nunca asisten,
sufren malnutrición y tienen más probabilidades de caer en las redes de explotación
sexual y trabajo infantil, o están expuestos al matrimonio precoz.
Todo lo expuesto
anteriormente tiene que ver con los problemas que afectan a las familias pobres
en todo el mundo, y particularmente a los niños que son el sector más
vulnerable de la sociedad.
La protección a la infancia
es una de las tantas funciones del Estado, que debe ejercerse mediante
políticas públicas enfocadas en la salud, en la escolarización, en asignaciones
que garanticen mínimamente el acceso a los alimentos básicos para todos los
niños y niñas, sobre todo los de menores recursos.
El llamado de atención de
Unicef y de la OIT debiera encender las alarmas de todos los gobiernos; los
niños con carencias no son simples estadísticas, pero la concentración de la
riqueza en manos de pocos y las políticas neoliberales que buscan crear un
Estado ausente siempre se imponen.
Los estados tienen que
garantizar sistemas de protección social para la infancia que perduren en el
tiempo, sea a través de subsidios, de estructuras y de políticas que tengan
continuidad, más allá de las proclamas encendidas de las campañas electorales.
Cierto es que el retroceso
generado por la pandemia llevó a una disminución de estos sistemas en todos los
países, pero ya es hora de que los gobiernos se preocupen por la infancia, que
es ocuparse de construir un futuro mejor para todos.
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