Redacción       El Caribe

El
Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales dio ayer por sofocado,
completamente, un incendio en Valle Nuevo, dentro del Parque Nacional Juan
Bautista Pérez Rancier, en el municipio de Constanza, y promete para la mañana
de hoy dar un informe detallado que quizá ayude a aclarar su origen, si fue
provocado o por la sequía, porque circulan versiones contradictorias.

La
semana pasada también hubo un siniestro, este en Barahona, que afectó varias
zonas boscosas y según informaciones a las cuencas de los ríos Bahoruco y Chir
Alto de Saladillo.

Hasta
disponer de los datos que suministre hoy el ministerio no adelantaremos
juicios, como el que ha trascendido de que ambos eventos fueron producto de
labores de agricultura (conuquismo) o para solares; y mucho menos se dará
crédito a que de por medio pudo haber manos criminales. La misma reserva
haremos con las críticas provenientes de sectores ambientalistas que expresan
preocupación por la supuesta incapacidad de respuesta ante incendios
forestales.

Limitémonos,
por el momento, a recordar que el país debe estar preparado por condiciones
propias de su clima y ecosistema, ya que tiene periodos de sequía que son más
propensos a este tipo de eventos. Tan así, que en más de una oportunidad se ha
planteado que los incendios forestales se incorporen a la agenda del COE para
posibilitar, en las tareas preventivas, la coordinación interinstitucional.

En
la misión de preservar los recursos forestales no se deben escatimar
inversiones; estos contribuyen, entre otras cuestiones fundamentales, a la
seguridad alimentaria, la producción del agua y aire limpio, así como a la
protección del suelo y la generación de energía eléctrica y de empleo.

Al
margen de lo que pueda explicar hoy Medio Ambiente, principalmente si en los
incendios han actuado manos criminales o si su origen es natural, el manejo de
los acontecimientos de los últimos días sugiere la necesidad de establecer una
vocería que permita que los mensajes lleguen con más efectividad y celeridad a
las comunidades más afectadas. Inclusive, acudir a sus asociaciones de
productores, organizaciones comunitarias y a las iglesias, a través de las
cuales se pueden articular acciones de emergencia.

También
aprovechar la coyuntura y la sequía que se vaticina, para implementar programas
educativos preventivos, promover la importancia de los bosques y los árboles
para nuestras vidas, y destacar la relevancia que tiene el manejo forestal
sostenible en su conservación.

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