Redacción    El
Caribe

Cuando todavía era primavera, para muchos la
estación más agradable porque la vinculan al vigor y a la hermosura, en un día
y en un año señeros, el 14 de junio de 1959, un puñado de valientes llegó al
país en una aeronave por Constanza para sembrar la semilla que condujo a la
decapitación de la tiranía trujillista.

No es un día cualquiera en el calendario para
los amantes de la libertad y de la democracia, igual que una semana después del
mismo mes y año por la expedición armada que desembarcó en Maimón y Estero
Hondo, todos luchadores empapados de patriotismo y decididos a enfrentarse a
las hordas del tirano Trujillo.

Y aunque aquel movimiento fue un fracaso en
el plano militar y casi todos los expedicionarios fueron masacrados, el ejemplo
de entrega y el ideal de ofrendar sus vidas para terminar con la tiranía del
sátrapa, continúan vigentes y constituyen un modelo de sacrificio y amor a la
patria para las generaciones venideras.

Aquella Raza Inmortal –con mayúsculas- estaba
integrada por hombres que “Llegaron llenos de patriotismo,/ enamorados de un
puro ideal/ y con su sangre noble encendieron/ la llama augusta de la
libertad”, dice la primera estrofa del himno compuesto en su memoria por Ángel
Concepción, Leandro Guzmán y Vinicio Echavarría, con música del maestro Héctor
Jiménez.

La vida del pueblo dominicano transcurre en
esta etapa de su desarrollo en el marco general de un estado de derecho, aunque
todavía no se alcanza la plenitud de la democracia que toda nación anhela y por
la que los de junio de 1959 prácticamente se inmolaron.

Inclusive, perviven aún y tienen vigencia
rémoras de aquel pasado que reivindican esa época nefasta como si hubiera sido
un tiempo dorado, por lo que es reconfortante recordar que gracias al ejemplo
de gente como los combatientes del 14 de junio hemos aprendido a decir que no a
cualquier tipo de opresión e intentos por conculcar la libertad y la justicia
social.

El anhelo es que esta gesta histórica
mantenga vigencia para que nuestro pueblo no pierda su memoria histórica, para
que no se quede sin héroes ni mártires que venerar.

Gloria eterna a Enrique Jiménez Moya y al
resto de los expedicionarios del 14 de junio, raza inmortal de una epopeya que
tiene un sitial de honor en la historia de la patria.

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