Después de eso…
qué más te puedo decir. Él cree que Estados Unidos es una nación de gente
buena”
o monja. Sin embargo, Julissa Reynoso nunca dio su
representa a la Administración Biden
Sin protocolos.
POR PALOMA SIMÓN Vanity Fair
Alf y la cerdita Peggy retratados por el artista alicantino Daniel
Sueiras presiden la sala en la que me recibe Julissa Reynoso (Salcedo,
República Dominicana, 1975), una estancia amplia y luminosa decorada con sofás
de color crema y espejos con el marco dorado.
Un mobiliario clásico propio de una residencia diplomática que contrasta
con las efigies pop de estos dos muñecos tan populares. “Todos los cuadros que
ves aquí los elegí yo”, presume la embajadora de Estados Unidos de América.
“En los años ochenta y noventa yo veía Alf y Los Muppets en la
televisión. Han estado muy presentes en mi vida, en mi juventud; y mirando
hacia atrás me parece que eran, a su manera, muy profundos”, razona Reynoso,
que cree que el arte “cuenta mucho” de un país y de sus ciudadanos.
“Y estas obras están muy conectadas con la cultura popular americana”,
continúa. Recién llegada de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde
ha pasado cinco horas admirando entre otras cosas las pinturas de Goya, viste
de azul, rojo y blanco, los colores de la bandera del país cuya política
exterior representa en España y Andorra desde 2022. Es la primera mujer en
hacerlo.
“Todo el tiempo me visto así. Me pongo la bandera encima”, responde muy
seria antes de estallar en una sonora carcajada, una actitud que se repetirá de
forma constante durante la media hora de conversación que me concede ante tres
mujeres de su equipo a las que no duda en incluir en la charla cuando le
parece. La buena sintonía es evidente.
Menuda, ágil y con el cabello rizado salpicado por alguna que otra cana,
Reynoso desprende una energía muy especial. Es, sin duda, una persona seria en
un cargo de gran responsabilidad, pero no parece interesada en renunciar a su
espontaneidad. Habla un castellano perfecto con un acento americano muy
musical.
La música es de hecho lo primero que recuerda de su llegada a Nueva York
desde su país natal. Tenía siete años. “Por todos lados todo era música. Las 24
horas del día. No recuerdo un momento de mi juventud sin un soundtrack…
¿Cómo se dice en español? Una banda sonora. Salsa, merengue, góspel, hip
hop, rap, reggae. Día y noche, quisieras o no, la música estaba presente”,
evoca. Hasta aquí los tópicos que pueda asociar a una mujer que creció en el
barrio del Bronx en el seno de una familia humilde de migrantes dominicanos.
“¿Racismo? Si lo sentí, se me fue rápido. Yo me acomodo. Me ajusto. ¿Qué
voy a hacer? Y tampoco es culpa de la gente tener plata (carcajadas). Uno tiene
que get over it. Que trabajar en las circunstancias que nos tocan” JULISSA
REYNOSO
“Tenemos que decirle a nuestros hijos: Sí, si eres afroamericano,
las posibilidades de crecer entre la delincuencia y las bandas son mayores; sí,
si vives en un barrio pobre, te enfrentarás a dificultades que algunos en los
barrios residenciales ricos no tienen que sortear.
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