Categoría (El mundo del libro, Estafeta literaria, General) por Manu de
Ordoñana el 26-09-2024

La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones 
intolerables (Prólogo de J. L. Borges a La metamorfosis).

“Kafkiano” es el adjetivo que cada vez utilizamos más para describir
nuestra realidad cuando esta se nos muestra intolerable, pero al igual que los
personajes de Kafka seguimos adelante como si nada. Ahí está Gregor Samsa
protagonista de La Metamorfosis cuando tras despertarse transformado en
escarabajo lo que más le preocupa, ante la imposibilidad de levantarse de la
cama, es lo dura que resulta la profesión de viajante que ha elegido. Y también
es kafkiana la situación de Josef K. ―personaje principal de El proceso― cuando
al presentarse un hombre extraño en su habitación lo único que le interesa es
por qué no le han traído el desayuno que con exactitud británica llega todos
los días a las ocho de la mañana.

Vamos a conocer un poco más sobre la vida de Kafka (Praga, 1883 –
Kierling, Austria, 1924), su desarrollo intelectual y su entorno social para
entender mejor su obra.

La situación sociopolítica de finales del XIX y principios del XX marcan
la vida cultural de Europa. La industrialización domina todo; los objetos que
hasta entonces rodeaban la vida cotidiana comienzan a fabricarse en serie, con
lo que esto conlleva de pérdida de individualidad. Ante una sociedad
industrializada, con grandes avances científicos y técnicos, los artistas se
refugian en su mundo interior. Sienten la amenaza de una apuesta excesiva por
la industria moderna, por la burocracia.

Ante eso se revelan mediante la protesta, las críticas, la ironía, la
representación de lo grotesco… Los artistas buscan lenguajes nuevos, formas
diferentes de expresarse. Nacen los -ismos en el arte: una ruptura con todo que
los lleva a crear obras en apariencia carentes de sentido y con un carácter
claramente experimental. Así en literatura, el campo que a nosotros nos
interesa, hay una tendencia a la fragmentación; gran parte de la obra de Kafka
es un buen ejemplo de ello: sus tres novelas El desaparecido, El castillo y, en
cierta medida, también El proceso no son otra cosa que fragmentos.

A su vez, tres son las claves que marcan su trayectoria como escritor:
su condición de judío, la lengua alemana y la vida cultural de Praga. En esta
ciudad transcurrió su vida entera por eso la conocía a la perfección y por eso
aparece descrita minuciosamente en sus obras. Los intelectuales de la época se
caracterizaron por su intensa actividad en todos los campos del arte, lo que
dio lugar a lo que llamaron el Círculo de Praga (Rilke, Max Brod, Franz
Werfel…); fue la época de El buen soldado Schweick de Jaroslav Hasek, de El
hombre sin atributos de Musil y el Premio Nobel de Thomas Mann.

Respecto a la lengua,
Kafka escribía en un alemán perfecto, limpio y claro, puro, donde las palabras
no quieren decir más que lo que dicen, pero hablaba la lengua de los judíos
mezclada con la lengua alemana.
  La diferencia
entre una lengua oral mezclada y la lengua escrita sin mezcla enfrentaba a los
escritores praguenses.

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