Redacción                       El
Caribe

Transcurridas apenas tres semanas de su segundo mandato, el presidente
Luis Abinader ha emprendido el primero de los viajes que, sumado a los que
realizó durante el período 2020-2024 pasan de la treintena, en la continuación
de una política exterior encaminada a abrir fronteras al comercio y la
económico.

Esta vez el periplo incluyó Nueva York, donde intervino como ponente en
la Conferencia sobre Infraestructura de Inversión en América Latina y el
Caribe, y en Washington será orador en la 27.ª Conferencia Anual del Banco de
Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), en la sede de la Organización
de Estados Americanos (OEA).

En la capital estadounidense sostendrá encuentros con ejecutivos de
Diálogo Interamericano y con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, con
los que seguramente tratará la situación de crisis en varios países, asumimos
que serán infaltables Haití y Venezuela, en ese orden, y promoverá los valores
democráticos y la vigencia de los derechos humanos y de las libertades públicas
en la región.

La población apoya estas salidas al exterior de su mandatario, porque ha
tomado conciencia de que resultan de provecho, más cuando los protagonistas son
países de nuestra propia región, que en sí mismos constituyen escenarios para
una efectiva integración de los pueblos latinoamericanos y del Caribe.

Superado está el tiempo en que las frecuentes salidas al extranjero del
presidente de la República eran objeto de debates, como sucedía en los tiempos
en los que Hipólito se mofaba de Leonel (1996-2000) dizque porque no se apeaba
de un avión, hasta que, paradójicamente, en su período de gobierno (2000-2004),
lo superó en horas de vuelo.

Mientras se trate de rondas internacionales que fortalezcan la política
exterior dominicana y la agenda de acuerdos comerciales y de cooperación
bilateral con otros países, hay que alentar esos viajes presidenciales, sobre
todo si tras la vuelta se pueden ver los frutos, si llegan inversiones y los
acuerdos establecidos favorecen el intercambio comercial con otros estados.

No está mal ni tampoco es cuestionable que vaya y vuelva el presidente,
y menos aún si en cada regreso se aparece con cosas buenas y que se noten, a la
corta o a la larga, en beneficios para el país, porque más que resaltar el
número de viajes hay que prestar atención a lo que se trae en la alforja.

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