Eduardo Sanz Lovatón Listín
Diario
compromisos oficiales de la Dirección General de Aduanas en Nueva York. Aún no
era la 1 de la madrugada cuando una llamada telefónica me abrió las puertas a
una tragedia nacional sin precedentes.
Encendido de velas honra a las víctimas en tragedia de la
discoteca Jet Set.
Encendido de velas honra a las víctimas en tragedia de la
discoteca Jet Set. Leonel Matos/LD
Conversaba con Eilyn Beltrán sobre otros temas cuando me
dijo que Nelsy estaba atrapada en algo relacionado con el Jet Set. Tuvimos que
cortar la conversación abruptamente. Extrañados, comenzamos a ver las redes
sociales y recibir llamadas. En cuestión de minutos, el país entero parecía
haberse sumido en una película de terror.
La respuesta de preocupación, solidaridad y acción por
parte de todo un pueblo es algo que, en medio del dolor, la rabia, la
impotencia y la destrucción, no debemos olvidar. Esa misma madrugada ya estaban
en el lugar los equipos del COE y de la DAEH bajo la dirección del Mayor
General Méndez, Víctor Atallah por Salud y Eduardo Estrella de Obras Públicas
—quien jamás pudo imaginar lo que vería en las horas siguientes—. Carolina
Mejía y todo el equipo de la Alcaldía del Distrito Nacional estuvieron allí. El
Presidente, desde el primer momento, estuvo pendiente, y lo demostró no solo
con su presencia en las primeras horas, sino también a través del Teniente
General Fernández Onofre, Ministro de Defensa y del director de su gabinete.
Un cínico podría argumentar que era su deber estar ahí,
que no es algo que merezca ser resaltado. Tal vez tenga algo de razón. Pero lo
destaco porque lo viví. Porque lo vi en sus ojos. Vi el deseo genuino de
convertir lo impensable en algo un poco más soportable. Y de lo que ningún
incrédulo puede dudar es del inmenso valor y coraje de los rescatistas.
Comienzo por el Cuerpo de Bomberos del Distrito Nacional.
Carolina me relató, con emoción visible, cómo un grupo de jóvenes voluntarios
recién integrados vivieron esta como su primera gran emergencia. Y lo hicieron
con valor admirable. Yo mismo vi, con mis propios ojos, las largas filas en el
estacionamiento de la Dirección General de Aduanas, donde establecimos bancos
de donación de sangre en un esfuerzo coordinado con el Hemocentro Nacional.
Personas que aguantaron sol, calor y largas horas de espera con un estoicismo
admirable. Querían ayudar.
Hablé con militares y policías que pasaron días sin
dormir ni comer. Escuché la historia de un soldado que salvó la vida de una
mujer atrapada bajo un escombro. Ella gritaba que algo le sujetaba la cabeza.
El rescatista, con poca visibilidad, se dio cuenta de que era solo su cabello.
Con una tijera, logró liberarla. Ambos salieron del lugar ayudándose
mutuamente, pues a él ya se le dormían las piernas por el esfuerzo. El esposo
de ella, lamentablemente, no sobrevivió.
Días después, Gloria me comentó que el personal de
Supérate que colaboraba en el INACIF relató lo que se vivía con la llegada de
los cuerpos. La logística para preservarlos, hacer las autopsias y entregar los
certificados de defunción era abrumadora. ¿Cómo se le explica a un familiar en
shock que la ley exige ciertos procesos? ¿Cómo se le dice a un hijo huérfano, a
una viuda, a un padre destrozado, que normalmente se procesan seis cadáveres al
día y que este evento trajo más de 200? No hay respuesta suficiente.
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