Los hijos de la menor de los Grimaldi
están construyendo sus carreras a su manera, orientados por una herencia
familiar que aceptan de buen grado.
Por Kahina Sekkai Vanity Fair
Para cualquier visitante que aprecie
la historia de la Roca de Mónaco, las obras de arte floral de la suite Princesa
Grace del Hôtel de Paris a veces adquieren el aspecto de reliquias sagradas.
Ahí están, colgando de las paredes de este ático monegasco de casi 1.000 metros
cuadrados, firmadas con las iniciales “GPK”. Es decir, Grace Patricia
Kelly. “Ah, sí, los herbarios de la abuela”, sonríen Louis y Pauline
Ducruet, acompañados de su hermana Camille Gottlieb. En esta mañana de junio,
mis tres invitados redescubren esta composición enmarcada por una abuela a la
que nunca conocieron. Mémé des anges (“Abuelita de los ángeles”), la
apodan cariñosamente. Y lo confieso: la primera vez tardé uno o dos segundos en
comprender que se referían a la leyenda de Hollywood convertida en icono de
Mónaco.
Mientras François Hollande ha
teorizado sobre la “presidencia normal”, los tres hijos de Estefanía
de Mónaco han crecido con la idea de un Principado “normal”, sin
códigos demasiado restrictivos ni pompa y circunstancia. Están orgullosos de su
anonimato. Nada de portadas de la prensa rosa al menor desplazamiento a la
ciudad, nada de paparazzi en su vida privada. Su madre, al igual que Daniel
Ducruet, padre de Pauline y Louis, y Jean-Raymond Gottlieb, padre de Camille,
han velado ferozmente porque así sea.
¿Necesitamos refrescarte la memoria?
Tras iniciar su carrera como estrella del pop (resulta difícil olvidar
Ouragan), la princesa rehuyó los focos mediáticos siempre que pudo. Ha limitado
sus apariciones a las fiestas nacionales y las fechas importantes del
calendario principesco, dedicando la mayor parte de su tiempo a sus tres hijos
y a su labor benéfica a favor de los derechos de los animales, así como a la
lucha contra el sida (fundó la asociación Fight Aids Monaco). Sus tres hijos,
por su parte, se beneficiaron de su discreción y pudieron disfrutar de una
infancia lo más normal posible. Nacidos en el Principado, los tres pasaron gran
parte de su infancia en Auron, una estación de esquí del Mercantour situada a
menos de dos horas en coche de la Roca, y después durante dos años en Suiza,
cuando su madre estuvo casada con un integrante del famoso circo Knie, antes de
regresar a la Roca.
Historia familiar
Pauline, la hija menor de Stéphanie y
decimoctava en el orden de sucesión, es paradójicamente la más expuesta de las
tres. Si estuviésemos en Reino Unido, su rango se equipararía al de la princesa
Ana, uno de los pilares del clan Windsor y líder habitual en lo que al número
de apariciones públicas anuales se refiere. Pero en la Roca, la joven de 31
años no posee título real y el protocolo es mucho menos “estricto” que,
en Inglaterra, admite. Es una suerte: “Siempre hemos tenido la posibilidad
de desarrollar nuestros intereses personales”.
Después de
bachillerato, Pauline no dudó en estudiar moda, un sueño de su infancia. ¿Sería
estilista, diseñadora, periodista especializada? Tras ser admitida en el
Istituto Marangoni a los 16 años, se propuso encontrar su camino y descubrió el
mundo de la moda durante unas prácticas, una en el departamento de prensa de
Louis Vuitton y otra con nuestros colegas de la revista Vogue estadounidense,
aún capitaneada por Anna Wintour. “Quería alejarme de París, cambiar de
aires, y me dieron la oportunidad de irme a Nueva York”. Se enamoró de la
ciudad.
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