Voces y ecos

RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
La República Dominicana vive una
etapa en la que lo insólito  se ha hecho
común. Insólito es sinónimo de raro, extraño, desacostumbrado. Lo común es
habitual y rutinario. En el periodismo esta dicotomía ha sido el punto  de partida para definir lo que es noticia.
Aquí, ahora, lo que antes  hubo de ser
noticia, deja de serlo.
El maestro Alberto Malagón,
digno de mejor recordación, ilustraba este planteamiento con la alegoría
siguiente: No es noticia que un perro 
muerda a un hombre, porque es un suceso común, pero sí es noticia  que un hombre muerda a un perro, porque no es
habitual, porque es lo raro.
Bajo la viciada atmósfera que
cubre a los dominicanos ocurren a diario sucesos más extraños que la mordida de
un ser humano  a un beligerante  ejemplar canino.  Y todo pasa como si nada  hubiese pasado.  Robar en la calle o robar al Estado, matar de
día o matar de noche se han tornado  
hechos ordinarios como llover y escampar.
Un sujeto con amplio ensarte
delictual, cuando al fin se consigue que entre a prisión, de repente enferma y
de repente muere sin que nadie –autoridad ni familia- sepa de su velatorio ni
de su cadáver y , peor aún, sin que un suceso 
así sacuda los carcomidos cimientos del sistema judicial dominicano. Ni
el eficiente DNI ha dado con Pedro Alejandro Castillo, alias Quirinito.
Otro individuo, con perfil  para la alta delincuencia de cuello blanco y
relacionarse con  gobernantes y
ministros,  es traído al país por el
Partido de la Liberación Dominicana y sin que fuera este el propósito embadurna
al Gobierno dominicano de materia pestilente. Dado  que su inteligencia delictual es de carácter
internacional, el tal Joao Santana  fue
detenido en Brasil, su país de origen.
Pudo ser insólito  -pero no fue- que el Gobierno se hiciera
dependiente de este hombre y pagara valores dispendiosos por sus  servicios. Quizá resulte insólito que  estando preso 
el famoso truhan, la Presidencia de la República le pagara cuantiosas
sumas por presunta asesoría. Fue necesario que el PRM, pese a su tímida
oposición, denunciara  pagos por 1,400
millones de pesos para que 
administración Medina admitiera el hecho, pero señalando que la suma era
menor.
Una vez pudo ser asombroso, pero
ya es habitual, que policías y militares estén involucrados en robos, atracos y
crímenes por paga, o que los agentes del orden se maten entre sí  en disputas por un botín. Pero no, eso ocurre
como decir que atardece, que anochece o que amanece. La tragedia del momento es
que lo insólito se ha hecho común. Es preocupante.

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