Viajamos hasta la casa del presentador y alpinista Jesús
Calleja en León para conversar sobre su incansable búsqueda de la felicidad y como
salvar el mundo.

POR Ana Arjona  
Vanity Fair

Es un tío estupendo. Presume de su ciudad, León, allá
donde va y es muy buen vecino”, me cuenta el taxista cuando me recoge de la
estación de tren y le doy la dirección de la casa de Jesús Calleja (León, 56
años), que rápidamente identifica. El alpinista, explorador y presentador de
los programas de aventuras Planeta Calleja, Volando voy y Desafío extremo me
invita a su hogar, ubicado en Golpear de la Sobarriba, a las afueras de la
ciudad, para realizar esta entrevista. Al bajar del coche me recibe su hijo y
representante, Ganesh Man Lama, de 44 años, al que conoció y adoptó en Nepal
cuando era un niño de siete. También me saludan sus mascotas: dos enormes
pastores blancos suizos llamados Simba y Oso, un schnauzer llamado Queen y el
westie Milú, en honor al perro de otro aventurero: Tintín. “Le encantan los
animales”, me adelanta su hijo mientras nos dirigimos a la casa, cruzando entre
los 15.407 metros cuadrados de parcela un jardín, un pequeño lago, un
rocódromo, un hangar con el helicóptero de su programa Volando voy y una caseta
de cristal con un lujoso coche deportivo.

Calleja descansa del rodaje de la octava temporada de
Planeta Calleja, un show en el que ha guiado a invitados como el presidente del
Gobierno Pedro Sánchez, la presidenta del Banco Santander Ana Patricia Botín o
el epidemiólogo Fernando Simón a superar desafíos en los entornos mas salvajes
del mundo. Al entrar en su hogar, una casa que recuerda a un paisaje montañoso,
me advierte: “Si tienes dudas de estar contagiada de COVID-19, tengo una máquina
para hacer pruebas”. Ante mi negativa, se sienta en un sofá́ de su salón y se
levanta rápidamente para colocarme una silla a una distancia prudencial. “Si
notas frío es porque tengo todas las ventanas abiertas. Perdona que sea tan
estricto, pero este virus no lo pienso coger”, me dice.

El aventurero que alcanzó la cima del Everest con 40 años,
y la ayuda de solo un sherpa y una botella de oxígeno, tiene las cosas claras.
Desde cómo quería lucir en la sesión fotográfica hasta cómo dirigir su vida en
torno a su mayor pasión: viajar. “Uno tiene la capacidad de decidir como quiere
vivir. No vengo de una familia rica, no tengo una carrera… Pero, con buenas
decisiones y sin temor a los cambios, he sabido vivir como he querido”, me dice
mientras me entrega su libro Si no te gusta tu vida, ¡cámbiala!, un mantra que
lo ha llevado a “sacrificar muchas cosas y ganar otras” hasta alcanzar su
felicidad.

“La montaña me ha gustado desde que tengo uso de razón. A
ver si terminamos esto ya y me voy al monte”, lanza entre risas. “La aventura
siempre ha estado en mi cabeza porque siempre he tenido la inquietud de saber
qué había más allá́. Cuando era pequeño, venía del colegio haciendo ruiditos
y actuando como si estuviera en el espacio”. Tal era su imaginación que su
madre lo llevó al psicólogo porque “pensaba que tenía un problema”. El
aventurero se crió en mitad de la naturaleza, en un molino en Fresno de la Vega
con su padre, Julián González (89 años) —que a raíz de la fama de su hijo se
hace llamar Julián Calleja—, su madre, María Jesús Calleja (79 años), y sus hermanos,
Julián (un año mayor que él y fallecido recientemente de cáncer) y Kike (de
53 años, aventurero y visita inesperada durante la producción). Jesús heredó
de sus progenitores el espíritu viajero.

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