Categoría (El libro y
la lectura, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane
Mayoz

Yo soy aquel que en
la invención excede

a muchos; y al que
falta en esta parte,

es fuerza que su fama
falta quede.

(Viaje al Parnaso.
Cap IV. Cervantes)

Gracias a Cercas
hemos sido conscientes de nuestro punto ciego en lo que a lo literario se
refiere. Esto que ahora nos resulta tan claro llevaba tiempo rondándonos la
cabeza, pero no podíamos ponerle nombre; nos referimos a la falta de fabulación
o de ficción en la narrativa. La confluencia de varias casualidades nos ha
llevado a esa conclusión.

Todo comenzó a tener
sentido con la lectura de Centroeuropa de Vicente Luis Mora. Esta novela nos
abrió los ojos igual que lo hizo su protagonista, Redo, cuando después de
llegar a la Prusia del XIX, tras un largo viaje, descubre bajo tierra a un
Varón, prusiano, soldado húsar y congelado. Solo con este arranque de la novela
ya nos sumergimos en una narración profundamente ficticia. Esta afirmación
puede sonar redundante, pero es el asunto que nos trae aquí. Aunque por el
título y ese inicio pueda parecer una novela histórica, en cuanto nos
sumergimos en ella descubrimos que si utiliza ciertos elementos reales de un
pasado histórico, es solo con la intención de crear un interesante marco que le
posibilite fabular.

Posteriormente
vinieron más lecturas y, después de muchas de ellas, siempre terminábamos con
la sensación de que eran demasiado “reales” y no aportaban esa otra mirada que
se espera de las obras literarias. Esto se unió a este par de anécdotas que
vamos contar y que nos ayudaron a encajar todas las piezas.

La primera es una
afirmación de una persona que asistió a una de nuestras tertulias literarias:
“Yo solo leo este tipo de novelas, de ciencia ficción, porque las demás no me
aportan nada nuevo”. Después de darle vueltas al asunto, entendimos que lo que
en realidad estaba diciendo era que el resto de novelas no incluían un grado de
ficción suficiente para tunear los temas mundanos, es decir reales —esta
conversación ya tiene un tiempo y también la ciencia ficción ha cambiado mucho;
ahí está, si no, Ted Chiang para demostrarlo—. Falta de novedad era lo que
reclamaba esta lectora para las novelas.

Y la segunda es la
defensa que una alumna de uno de nuestros talleres de escritura hizo cuando le
afeamos la falta de verosimilitud en un texto suyo: “Pero… si ocurrió así”.
Claro, sin embargo no se daba cuenta de que el formato en el que estaba
intentando meter esa anécdota era un relato, por tanto tenía que regirse por
sus normas, que son distintas de las de la realidad; es decir, debía procurar
un tratamiento estilístico de lo real.

Con este tema en la
cabeza, nos pusimos a indagar y descubrimos La huida de la imaginación. Un
interesante y atrevido ensayo de Vicente Luis Mora que pone en el punto de mira
a esa literatura que valora el hecho real por encima de la imaginación y que
domina el actual panorama literario. La última vez que leímos algo tan directo
y con tanta intención era del filólogo y profesor Víctor Moreno en su libro
Preferiría no leer. Nos imaginamos a Mora como un Quijote luchando contra unos
molinos que, en lugar de gigantes, son novelas que preconizan la
autoexhibición. Ahora queda por ver si el ensayo es producto de un loco
atrevido o de un cuerdo romántico, pero lo que está claro es que aporta mucha
documentación, buenos argumentos y coherencia para mostrar su punto de vista de
forma diáfana.

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