Redacción       El Caribe

El clima político-institucional del país está repentinamente enrarecido,
por lo que con poca cosa se podría ver alterada la invalorable estabilidad y
paz social de que disfrutamos los dominicanos.

Los discursos sin ningún sustento probatorio que anticipan catástrofes y
perturbación del orden, no ayudan. Tienen un efecto contrario porque propician
un ambiente de incertidumbre, con la perjudicial percepción de una
inestabilidad que en nada favorece al desempeño y la salud de la economía y
menos al excelente momento para las inversiones extranjeras y nuestra industria
turística.

Lo apropiado sería que voces de autoridad y prestigio se eleven por
encima de malquerencias y menudeos aunque, lamentable es decirlo, no se avizora
ninguna presencia, de persona ni de sector, que de manera desinteresada asuma
el rol de conciencia crítica de la Nación.

Hoy más que nunca necesitamos esa conciencia crítica que en determinado
momento ha encarnado gente de ética e intransigente con sus principios, capaz
de contrariar las voces de la muchedumbre y que sin temor ni rencor se aferre a
la defensa de la verdad y de lo que es justo.

No pretendemos, por estar en Semana Santa, preconizar una tregua
política o de mayor amplitud, porque eso, para tener efectividad, tiene que
estar revestido de voluntad y sinceridad, y despojado de hipocresía.

Pero aunque pudiera ser contradictorio, nunca es tarde ni está de más
recordar, cuando de por medio está el interés supremo del pueblo dominicano,
que un pañuelo blanco sacado a tiempo podría hacer el milagro.

No estamos abogando por una paz simulada; tampoco pedimos que se limite
el derecho a disentir y protestar, que tiene que ser respetado siempre que se
ejerza en el marco de lo que dictan la Constitución y las leyes.

Lo que resulta necesario, y es lo que prácticamente imploramos, es
restar espacio, o más bien desterrar, la descalificación personal y el lenguaje
levantisco, con el deseo de que los escarceos a los que asistimos sean una
cuestión momentánea.

La esperanza es que se enderece prontamente ese errado rumbo que
aparenta ganar cuerpo, y que podría sumirnos en una situación de creciente enfrentamiento
cuando ahora, con un entorno internacional tan adverso, necesitamos serenidad.

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