Jeff Bezos y Lauren Sánchez dieron el pistoletazo de
salida a la boda con una cena de bienvenida bajo un estricto régimen de
seguridad. Lanchas veloces, iluminación tenue, una tormenta y un muñeco
flotando entre las góndolas en señal de protesta.

Por Stefania Saltalamacchia

Traducido y adaptado por Darío Gael Blanco

La primera fiesta de boda de Jeff Bezos y Lauren Sánchez
en Venecia tormenta Leonardo DiCaprio y Vittoria Ceretti pizza… 
SGP/Sipa USA / Cordon Press

Mucho se dice aquello de que “novia mojada, novia
afortunada”, pero no sabemos si al final es de veras así. El primer día de
celebraciones de la boda más opulenta (y polémica) del verano acabó en tormenta
eléctrica, con relámpagos, truenos y una rápida carrera de los invitados hasta
alcanzar sus taxis acuáticos.

Pero volvamos al principio. Nos encontramos a orillas del
río della Madonna dell’Orto, en el corazón de Cannaregio, poco después de las 8
de la tarde. El sol sigue brillando sobre una Venecia muy calurosa. Jeff Bezos
y Lauren Sánchez salen del hotel Aman en lancha motora, se besan delante de los
fotógrafos, los saludan en italiano y se reúnen con sus 200 invitados en el
claustro de la Madonna dell’Orto. Blindados, muy blindados. Policía, seguridad
privada, motos acuáticas: toda la zona está acordonada. Allí donde antes se
organizaban las fiestas patronales, nos cuenta nuestro chófer Nicola, ahora se
organizan las de los multimillonarios. No muy lejos está el primer almacén de
Select, donde nació el Spritz hace 200 años.

Entre los invitados al evento veneciano de tres días del
CEO de Amazon hay un poco de todo: los primeros grandes inversores de Amazon
(cuyo yate se encuentra anclado en la laguna), empresarios, compañeros
multimillonarios como Bill Gates, testas coronadas (Rania de Jordania, con su
hijo Al Hussein y su esposa Rajwa), la hija de un presidente (Ivanka Trump) y,
por supuesto, estrellas de Hollywood. Leonardo DiCaprio, inconfundible bajo su
habitual sombrero, su prometida, la modelo Vittoria Ceretti, Orlando Bloom
estrenando soltería, y muchos más. También la familia Kardashian casi al
completo.

El
claustro, propiedad de la familia Gelmi di Caporiacco, se montó en un tiempo
récord: puertas de madera tallada que se abren y cierran a la velocidad de la
luz, toldos miméticos colocados desde arriba para dificultar cualquier posible
encuadre. Están prohibidos los drones y los teléfonos móviles. De hecho, los
novios habían pedido a los invitados que fuese una noche “sin
teléfonos” para asegurarse de que disfrutaran de la fiesta. Al mismo
tiempo, en un canal cercano al claustro, flota entre las góndolas un muñeco
hinchable que representa a Bezos, ataviado con un uniforme de Amazon y con
billetes en la mano. Es apenas uno más de los últimos gestos de protesta contra
lo que muchos en Venecia han descrito como un espectáculo, una boda de cuento
de hadas para unos pocos en una ciudad que lucha a diario contra el turismo
excesivo.

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