Jose Gomez Cerda
Ayer, 22 de junio, fue el día de Santo Tomas Moro.
Patrono de los políticos y Gobernantes. “El hombre no se puede separar de Dios, Ni la política de
la moral”, Tomás Moro

Tomás Moro, político y humanista inglés, nació en
Londres, en 1478, murió en esa misma ciudad en 1535, decapitado por orden del
Rey Enrique VIII, por respaldar la posición de la Iglesia Católica, de oponerse
a su divorcio.

Estudió en la Universidad de Oxford y accedió a la corte
inglesa en calidad de jurista. Su experiencia como abogado y juez le hizo
reflexionar sobre la injusticia del mundo, a la luz de su relación intelectual
con humanistas europeos, como Erasmo de Rotterdam. Desde 1504 fue miembro del Parlamento,
donde se hizo notar por sus posturas audaces en contra de las injusticias.

Su obra más relevante como pensador político fue su libro
“Utopía”. En el criticó el orden político y social establecido, bajo la fórmula
de imaginar una comunidad perfecta; su modelo está caracterizado por la
igualdad social, la fe religiosa, la tolerancia y el imperio de la Ley,
combinando la democracia en las unidades de base con la obediencia general a la
planificación racional del gobierno.

El Rey Enrique VIII, atraído por su valía intelectual, lo
promovió a cargos de importancia: embajador en los Países Bajos (1515), miembro
del Consejo Privado (1517), portavoz de la Cámara de los Comunes (1523) y
canciller desde 1529. Fue el primer laico que ocupó este puesto político en
Inglaterra.

Tomas Moro fue la figura política más atractiva de
comienzos del siglo XVI, la voz de la conciencia de la primera Reforma inglesa,
una de las tres mayores personalidades del Renacimiento inglés.

Ayudó al rey a conservar la unidad de la Iglesia Católica
de Inglaterra, rechazando las doctrinas de Lutero; e intentó, mientras pudo,
mantener la paz exterior.

Sin embargo, acabó rompiendo con Enrique VIII por razones
de conciencia, pues era un católico ferviente. Moro declaró su oposición y
dimitió como canciller, cuando el rey quiso anular su matrimonio con Catalina
de Aragón, para casarse con Ana Bolena; el rey rompió las relaciones con el
Papado, se apropió de los bienes de los monasterios y exigió al clero inglés un
sometimiento total a su autoridad.

Inglaterra pasó de la religión católica a la
anglicana, dirigida por Enrique VIII.

La negativa de Tomás Moro a reconocer como legítimo
matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena, prestando juramento a la Ley de
Sucesión, hizo que el rey lo encerrara en la Torre de Londres, en 1534 y lo
hiciera decapitar al año siguiente, acto que demuestra hasta donde llegó su
honestidad.

Un año después de la decapitación de Tomás Moro, Ana
Bolena fue prisionera en la misma Torre de Londres, y también decapitada por
orden del Rey.

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