El expolítico hace un paréntesis en su
nueva vida para hablar, sin nostalgia, de Ciudadanos, proyecto del que se
siente orgulloso y que algunos querrían recuperar. No cuenten con él: “Yo
ya no estoy en esa quiniela, pero si alguien lo intenta, tendrá mi
aplauso”. En esta entrevista se sincera sobre la fama, las renuncias y el
arte de saber marcharse, y revela que varios dirigentes le consultaron antes de
abandonar Cs, pero él se mantuvo al margen. También, por primera vez, se
pronuncia sobre la sentencia que condena al bufete Martínez-Echevarría a
indemnizarle.
Por MARTA SUÁREZ Vanity Fair
punto de Emidio Tucci para El Corte
Juan Luis Ascanio.
El 20 de diciembre de 2015, un partido
fundado por intelectuales, empresarios y profesionales hartos de las cesiones
del bipartidismo al independentismo desafió al establishment. Aquella nueva
formación liberal y unionista, procedente de Cataluña, consiguió algo inédito
hasta la fecha: irrumpir en el Congreso de los Diputados con 40 escaños y 3,5
millones de votos. En el décimo aniversario de la llegada a las Cortes
Generales de aquellos “locos muy cuerdos” —que más tarde se quedaron a 200.000
votos de dar el sorpasso al PP—, un Albert Rivera renovado en el sector privado
y, en cierta manera, liberado se abre a hablar de aquello. Recuerda aquel
desembarco con orgullo y sin dejarse llevar por lo que pudo ser y no fue. “Yo
ya no estoy en las quinielas, pero si alguien lo intenta, tendrá mi aplauso”,
despeja con una sonrisa.
“Presentamos un proyecto para España
con el que llegamos a ser la tercera fuerza política y ganamos las elecciones
en Cataluña. Estoy orgulloso de lo conseguido y de lo intentado, de ese legado
de ideas liberales que mejoraban el sistema desde la reforma y no desde la
ruptura. Han pasado 10 años —evoca— y tenemos alguna arruguita más, pero
recuerdo una pasión brutal y una corriente de millones de personas que fueron a
votar con ganas, y no por estar cabreadas”.
Llevo varios días intentando hacerme
con un hueco de su agenda, hoy ocupada por reuniones de su consultora RV+,
conferencias universitarias y eventos del club de negocios Raheem, del que es
presidente. Finalmente me encuentro en Madrid con un Albert vestido con
americana gris y camisa blanca sin corbata —seña de la casa—, barba de tres
días perfectamente medida —novedad pos-Ciudadanos— y algún kilo menos. Mientras
esperamos a iniciar la sesión fotográfica me doy cuenta de que, a diferencia de
otros políticos, él siempre ha arriesgado un poco más a la hora de posar.
Vanity Fair lo ha retratado subido en una moto, cortando tarjetas black o
jugando al billar.
Brays Efe: ‘’No me planteaba ser
actor’’ | La toma buena
A lo largo de nuestra conversación, el
que fuera uno de los mejores oradores del Congreso de los Diputados habla ahora
con una cierta serenidad, fruto de haberse bajado en marcha de esa rueda
política que obliga a quienes se suben a ella a vivir en alerta permanente.
A Rivera parece que lo persigue la
eterna pregunta: ¿Volverá? Él la despeja sin dudar ni una décima de segundo:
“No”. Se lo preguntan en privado, por la calle y en las redes sociales. “No voy
a decir nombres, pero hay plataformas, partidos existentes y formaciones que
surgen de que llaman a mi puerta”. Les da su opinión. Pero nada más. Él
prefiere mirar al futuro sin anclarse en el pasado: “Saber llegar es fácil,
todo el mundo te da la palmadita. Lo difícil es marcharte sin rencor, sin
echarte de menos a ti mismo, que me parece una horterada y una cosa horrorosa.
Yo me siento un privilegiado. ¿Quién, con 45 años, ha vivido todo lo que yo he
vivido, ha conocido a tanta gente y tenido tantas experiencias y aprendizajes?
Ni en 20 másteres ni en 30 grados habría podido experimentar algo así. En vez
de contar batallitas, lo pongo al servicio de mi actividad actual”.
https://ift.tt/eFfjPcG

+ There are no comments
Add yours